por María Lozano
El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente.
(Salmo 91: 1)
Tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. (Romanos: 5:1)
La seguridad; palabra clave en las campañas políticas, preocupación internacional de mayor importancia y desafío comercial; es la prioridad de nuestra época, sencillamente porque nadie está seguro en ningún sitio.
La delincuencia en todos los ámbitos está presente. Tanto en la ciudad como en el campo, ricos y pobres, jóvenes y viejos, ¿ Quién está a salvo de los peligros?
¿Qué nación no teme las guerras, las hambrunas y las catástrofes?.
Esta inseguridad constante crea al hombre ansiedad. Se pregunta; aunque ponga candados y alarmas, ¿estaré a salvo de los ladrones? ¿El futuro será mejor gracias a las leyes de seguridad?
Dios dice: “Cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina”… y no escaparán (1 Tesalonicenses: 5:3). Un mundo que rechaza a Dios vive lógicamente en la inseguridad y ansiedad. Sólo hay una solución: Creer en Jesús a fin de obtener la paz con Dios y descansar en la fidelidad y en la fuerza del Señor; poniendo en sus manos nuestra propia vida y la de los nuestros. Él quiere ser para nosotros una fortaleza secreta y segura, una roca sólida. Sí, solamente en los brazos del Dios de paz, tierno y fuerte, encontraremos una verdadera y eterna seguridad.
“No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí” , dice Jesús
(Juan 14:1).
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