Iglesias, conductas autoritarias y golpes de estado

por José Luis Lozano
Primero eliminaremos a los subversivos; después a sus cómplices; luego a sus simpatizantes; por último, a los indiferentes y a los tibios.1
El domingo 28 de junio pasado... en Honduras, su presidente Manuel Zelaya, fue secuestrado y llevado violentamente por un grupo de militares a Costa Rica
y el embajador hondureño ante la OEA Carlos Sosa Coello, dijo claramente que el presidente de su país Manuel Zelaya “ha sido secuestrado” y que en su país “hay un golpe de Estado”.
Diferentes medios de comunicación se hicieron eco de la impactante noticia y fueron reflejando minuto a minuto todo lo que acontecía.
Se fueron conociendo declaraciones de presidentes de países vecinos, de la Organización de Estados Americanos (OEA) y de la Unión Europea (UE) condenando todos severamente el Golpe de estado en Honduras y pidiendo la colaboración del mundo contra ésta crisis política.
LLamó poderosamente la atención, la rápidez, organización y uniformidad de las decisiones tomadas un día domingo, por el Congreso Nacional Hondureño, destituyendo a su presidente Manuel Zelaya (en su ausencia) y nombrando inmediatamente a Roberto Micheletti como nuevo presidente de la Nación.
En varias oportunidades, los congresistas invocaron el nombre de Dios, mencionaron el respaldo de 90 % de la población y de organizaciones civiles y religiosas, y oraron al finalizar la asamblea como símbolo de legitimación y respaldo a las acciones emprendidas.
En el contenido de las exposiciones de los congresistas, no existió ninguna apelación a la reflexión, ni al diálogo y mucho menos a la posibilidad de considerar la violenta metodología utilizada por los militares, secuestrando y sancando del país a una autoridad elegida democráticamente.
Lamentablemente, vuelven a reiterarse conductas autoritarias ya vividas por el pueblo hondureño y que no deberían desconocerse. Los antecedentes históricos hondureños, nos hablan de regímenes militares que se han mantenido 18 años en el gobierno entre 1956 y 1982 luego de derrocar a tres presidentes elegidos democráticamente.
Esta dolorosa realidad histórica hondureña, es solo un reflejo de nuestra historia latinoamericana, llena de paradojas políticas, sociales y también religiosas. Historia que nos “descubre” orando y legitimando a dirigentes y a modelos violentos, quebrando la voluntad popular democrática y ofreciendo aún “todo tipo de colaboración” hacia gobiernos autoritarios y guerras patrióticas.

“Que el Señor nos ayude a vivir con sabiduría”

1. María Seoane y Vicente Muleiro, El Dictador, La historia secreta y pública de Jorge Rafael Videla, Buenos Aires, Ed. Sudamericana, 2001, p.297

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