Religión que oprime (por Harold Segura)

«Obedecedlos, pues, y cumplid cuanto os digan; pero no imitéis su conducta, porque ellos mismos no hacen lo que enseñan: echan cargas pesadas e insoportables sobre los hombros de los demás…» (Mateo 23:3-4)

Las controversias de Jesús fueron, en su gran mayoría, entabladas con el liderazgo religioso de su época. En verdad, él no sostuvo tantos debates con los gobernantes políticos como con quienes eran maestros de la fe e intérpretes de los textos sagrados. Jesús sabía que tras el poder político existe un fundamento teológico que lo respalda o legitima. Al contradecir los patrones de la religiosidad popular, estaba, en muchas formas, atentando contra el establecimiento del poder político. Al final, los poderes se unieron en franca alianza para darle muerte. ¡Tantas denuncias fueron insoportables para ellos!
A los religiosos los criticó por hipócritas, reveló sus intenciones escondidas y denunció la incoherencia entre lo que decían y lo que hacían. Jesús consideró que la religión, tal como se comportaba en aquel momento, era una forma de opresión; una especie de «opio del pueblo» a la que había que denunciar. ¡Qué enfático fue Jesús a la hora de las denuncias! 
Jesús hizo una diferencia entre el discurso de los religiosos, el que consideró aceptable y necesario de obedecer («cumplid cuanto os digan»), y el comportamiento de los religiosos, al que calificó de falso y malinten-cionado: motivado por sus ansias de robo y de injusticia (Mateo 23:25). 
Al liderazgo religioso, en nuestro caso al cristiano, se le hace un gran favor cuando se le aprecia y respeta y, por ese mismo respeto, se le confronta crítica y responsablemente. Con los sacerdotes, pastores, pastoras y otros servidores de las comunidades de fe deberíamos establecer relaciones más cercanas; relaciones que fomenten la mutua rendición de cuentas y el cuidado fraternal.

Para seguir pensando:

«Aquellos que no piensan en el bien de los pobres, sino que consienten en que sean explotados y oprimidos, son falsos pastores… Aquellos que acumulan riquezas, que llenan la bolsa, el monedero, la despensa y la bodega, son verdaderos hombres lobos»
Ulrico Zuinglio (Reformador suizo, 1484-1531)

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