El diplomático de Dios

“Por tanto, somos embajadores de Cristo, como si Dios rogara por medio de nosotros, en nombre de Cristo les rogamos: ¡Reconcíliense con Dios!” 2 Corintios 5,20 (NBL)

Sencillamente se describe como un hijo de Dios, seguidor de Jesús. Alto, blanco, cabellos castaños, mirada serena, con un característico bigote bien tallado, de presencia impecable. Es puntual como esos lores ingleses, aún cuando su acento delata su origen caleño. Sus aires británicos desaparecen como la bruma cuando lo colombiano, lo latino, le sale a flor de piel; su calidez, carisma y deferencia lo delatan. Uno respira más tranquilo, es uno de los nuestros.Si bien su aspecto puede evocar a unos de esos condes rusos sacados de las novelas de Tolstoi, su forma de ser se aproxima más al hombre “pana”, “cuate”, “parcero”, en fin, buena gente; el calor y el color de su pueblo corre por sus venas. Todo lo anterior es la marca de fábrica de quien actualmente es el Director Regional de Relaciones Eclesiásticas de World Vision, Harold Segura. Aún sin incluir en el paquete su afición por el ritmo salsa, que baila como ninguno.

World Vision, una organización cristiana global que sirve en programas de desarrollo humano, atención de emergencias e incidencia en políticas públicas enfocada en el trabajo con niños y niñas, que nació en medio de la guerra de Corea y se inició como organización en Estados Unidos, tiene entre sus filas a este hombre, nacido en Cali, Colombia, un miércoles 3 de octubre de 1957. Sus padres también colombianos, lo formaron en la fe católica al punto que hasta el sol de hoy afirma con orgullo: “Mis padres eran católicos y me formaron en la fe católica; en esa fe crecí y siempre estoy agradecido por lo que ella representó para mi formación de esos primeros años de niñez y juventud”.

Y muy contrario a lo que muchos se imaginan, él es un pastor evangélico, de la Iglesia Bautista, por cierto muy querido y admirado entre católicos, pentecostales, adventistas, luteranos, metodistas, en la comunidad judía y entre personas de otras religiones. Sin duda es un diplomático, un diplomático de Dios y es en el ecumenismo y su conversión a la Iglesia Bautista donde reposa el corazón de su ministerio.

Comienza su historia. Sus orígenes. El hijo de comerciantes. Su conversión

“Crecí en la ciudad de Cali; la del Cali Pachanguero”. Luego rememora y devuelve el tiempo. El comercio y las ventas marcaron su vida porque sus padres fueron negociantes. “Mi papá era un comerciante en Cali; él había viajado desde el Departamento del Tolima al de Caldas y de allí finalmente al Valle del Cauca. Eran esas épocas en que las familias despedían a sus hijos a una edad muy temprana, en parte presionados por los aprietos económicos y la violencia. Julio, mi papá, empezó a trabajar en la emisora RCN, muy conocida hoy en Colombia; era un asistente de confianza de uno de los dueños; después decidió hacerse comerciante”.

En este punto, Harold Segura se convierte en el hombre franco, sin medias tintas y trae a colación un momento muy significativo en su vida, se confiesa: “Una experiencia que impactó mi formación es que mi papá fue un Alcohólico Anónimo. Fanny, mi mamá, me contaba que antes de yo nacer él decidió unirse a un grupo de recuperación porque tenía problemas con la bebida y buscó ayuda para que su hijo nunca lo viera ebrio”. Sin duda eso marcó un hito en su vida; él mismo continúa: “Mi formación está influenciada por los valores de la fe católica y por la espiritualidad de Alcohólicos Anónimos. Mi papá, hasta su último día, permaneció fiel a ese programa de recuperación”.

Tiene una hermana, Marta Lucía, quien también, junto a su prima-hermana, Claudia Patricia forman hoy junto con sus esposos e hijos parte de una iglesia evangélica en Cali. Él, a los 18 años se hizo miembro de la Iglesia Bautista de San Fernando. Una encrucijada en su vida de adolescente lo llevó a la iglesia evangélica; Dios lo llamó a su cancillería.

De católico a bautista. El hombre de Dios. El primer amor. Los hijos. El camino ecuménico

Terminó el bachillerato. El joven Harold ya estaba en una iglesia evangélica, toda una osadía en medio de una familia de padres devotamente católicos. Allí conoció a Marilú Navarro, una jovencita muy activa en la iglesia, comprometida, en efecto, porque desde muy pequeña había pertenecido a una familia bautista. Esto no amilanó al hoy estratega; él decidió ganarse el corazón de la hija de una de las fundadoras de la iglesia. Hoy, con ese talante de hombre detallista recuerda en plena entrevista: “Nos enamoramos y para ser más exacto ayer cumplimos 35 años del primer beso (15 de febrero de 1981)”.

Ambos jóvenes fueron modelo de un noviazgo a toda prueba que duró 4 años, tiempo en el que lograron alcanzar sus títulos profesionales. Pensaron en el futuro, planificaron su vida y, sin duda, hasta en sus preferencias vocacionales son complementarios: Harold estudio administración de empresas y teología, mientras que Marilú estudió psicología. La boda fue en su natal Cali en 1984. Por supuesto llegaron los hijos, Laura y Juan Miguel, quienes actualmente siguen la misma senda espiritual de sus padres. Laura estudia Medicina y está en su último año, el del internado; Juan Miguel acaba de iniciar sus estudios en Economía.

El también licenciado en teología, con maestría en teología y estudios doctorales en la misma área, llegó a la iglesia bautista en 1976, pero fue en el año 1980, un 1 de enero, cuando comenzó su ministerio pastoral. Empezó a formar parte del equipo pastoral y pasó 15 años siendo pastor de una iglesia en Cali. Después, desde 1995 hasta el año 2000 fue rector del Seminario Teológico Bautista de Cali, hoy Fundación Universitaria Bautista. Su talante ecuménico siempre estuvo presente: “Estuve dedicado durante esos 5 años a la formación de misioneros, pastores y educadores cristianos. A ese seminario venían, además de líderes evangélicos, sacerdotes católicos, éstos para profundizar en el estudio de los idiomas bíblicos. Para mí era una alegría poder recibir a los sacerdotes y contar con ellos como parte del estudiantado”.

Sin embargo, hace una pausa y señala un primer desafío en ese camino ecuménico que recuerda así: “Cuando llegó a Cali Monseñor Isaías Duarte Cancino ---quien lamentablemente murió a manos de la violencia criminal--- decidió retirar a los sacerdotes explicando que él prefería que ellos se formaran en un seminario católico. Entonces le escribí una carta a Duarte Cancino diciéndole: Monseñor, usted y yo hemos perdido; yo entiendo sus razones, pero católicos y evangélicos hemos perdido la oportunidad de encontrarnos como amigos y trabajar juntos en favor de la unidad. Esa carta no me la respondió por escrito, pero tuvo un gesto amable en una ocasión que nos encontramos en el palacio arzobispal en una reunión de una red a favor de la paz. Me buscó y me dijo: “Pastor, tenemos que hablar. Bienvenido a esta casa que es la suya”.

El corazón de su ministerio radica en la transición de la iglesia católica a la iglesia evangélica. “Por una búsqueda personal me encontré con la iglesia bautista. De hecho, entre católicos y evangélicos tenemos una misma Biblia (unos libros más o unos menos, pero la misma Palabra de Dios), un mismo Señor y un mismo fin: la búsqueda del único Dios. Somos diferentes en nuestras formas de creer, de celebrar la fe y de organizarnos para ser Iglesia, pero no por eso contrincantes”.

¿Cómo se da ese giro del catolicismo a la iglesia bautista?
Cuando llegó a la iglesia evangélica tenía 18 años y sentía que era el momento de hacer cambios en su vida. “Entonces encontré un grupo adventista que ofrecía un programa para dejar de fumar en 5 días. Y yo andaba en ese plan. Los adventistas combinaban las conferencias de un psicólogo con las de un médico y un pastor; ofrecían un plan muy práctico y efectivo para superar el consumo de cigarrillo”. Desde entonces dejó de fumar. Y, en aquella comunidad, aprendió también a estudiar la Biblia y a profundizar su relación con el Señor. Después conoció una Iglesia Bautista y de ella se hizo miembro en diciembre de 1976.

“Yo tenía como trasfondo los valores de la fe católica, con la que siempre estoy agradecido por lo que significó en mis primero años de vida. En cuanto a mis padres, ellos respetaron mi decisión de ser parte de una comunidad evangélica bautista, así como yo siempre quise respetar su devoción católica. Conté con su apoyo para mi formación como seminarista y después en mi labor pastoral, de la que se sentían orgullosos”.

¿Qué obstáculos ha sorteado en su camino ecuménico?
“El ecumenismo nace en mi casa; esta es la primera vez que lo digo así. Mi papá era católico y leía de vez en cuando revistas del rosacrucismo, así como también del adventismo; mi mamá también era católica, devota de la Virgen de Fátima. Ellos valoran mi fe y yo respetaba la de ellos. Recuerdo una anécdota: un día, después de salir del culto en mi iglesia, fui a la iglesia católica donde me esperaba mi papá después de la Misa. Ese día la celebración demoró un poco más y decidí sentarme junto a mi papá en la iglesia y esperarlo allí. En esos minutos finales de la celebración, el sacerdote habló en contra de las “sectas evangélicas” y dijo tres o cuatro cosas más en contra de los protestantes. Tan pronto terminó la Misa fui a buscarlo a la sacristía y le dije: padre, no me gustó lo que dijo en contra de los hermanos evangélicos; yo soy uno de ellos. Soy pastor bautista, vine porque mi papá es uno de sus feligreses. Padre, ganaremos más el día que juntos tratemos nuestras diferencias con amor, comprensión y respeto. No recuerdo ahora lo que me respondió. De modo que, fui escuchar el sermón del padre y él terminó escuchando el sermón del pastor” (risas).

“Años después, siendo pastor en Cali, aprendí en medio de las tensiones generadas por la violencia de los años 80 y 90 que la fe debe vivirse en la diversidad y dar testimonio de tolerancia, respeto mutuo y cooperación a favor de quienes más sufren. Así lo aprendí en aquello años cuando fui uno de los fundadores del Foro Ecuménico de Cali, conformado por católicos, luteranos, judíos y evangélicos. Mientras morían en Colombia más de 30 mil personas de manera violenta cada año, nosotros en el Foro pensábamos que de alguna manera necesitábamos dar un testimonio público de respeto en medio de las diferencias; en otras palabras, queríamos mostrar que podíamos ser diferentes, pero no enemigos; divergentes, pero no contrincantes; que podíamos ser amigos que se respetan y cooperan por causas que trascienden sus diferencias.

Pero en América Latina la realidad ha sido otra: aquí los sacerdotes católicos (muchos de ellos) creen que la fe católica es la única y verdadera y que la Iglesia es la única Iglesia y no hay lugar para otra más. Y, por parte de los pastores evangélicos las cosas son peores: creen (muchos de ellos) que el catolicismo es una tergiversación doctrinal de la fe y que irán, sin más, al castigo eterno (risas). Y en esas nos hemos pasado los últimos 100 años o más, excluyéndonos, descalificándonos y tratándonos como contrincantes. Esto es sencillamente desatinado. Bueno, y en el caso de América Latina, esas actitudes resultan irresponsables en un continente que tiene tantos y tan graves desafíos sociales y políticos.

Por otro lado, lo más urgente, en mi opinión, no es que católicos y evangélicos lleguemos a un acuerdo doctrinal que termine por fin las diferencias teológicas de 5 siglos. Lo realmente apremiante es que nos reencontremos como seres humanos, si es posible y mucho mejor, como amigos y amigas y, sobre todo, hagamos acuerdos de cooperación para servir al prójimo como Jesús ---que no era ni era católico ni protestante--- nos ha enseñado y nos pide hacerlo. Soy uno de los que trabajo y lo seguiré haciendo a favor de un ecumenismo diaconal, de servicio, de sotanas y corbatas recogidas (como se necesita en el trabajo) y buscando juntos una América Latina más justa, solidaria, amorosa y fraterna. Bueno, esa podría ser mi aspiración de ecumenismo: ecumenismo de carácter diaconal”.

¿Ha sido fácil el ecumenismo?
“No, no lo es. Que lo diga el Consejo Mundial de Iglesias o, en América Latina el Consejo Latinoamericano de Iglesia o los tantos organismos que trabajan a favor de la unidad.

En mi experiencia compruebo que el ecumenismo no es una tarea fácil, pero sí urgente, necesaria e ineludible para quienes se llaman seguidores de Jesús. Es una opción a favor de la reconciliación en un continente desigual, excluyente y dividido. Trabajo en World Vision desde agosto del 2000; allí he encontrado una organización cristiana de talante ecuménico, que sirve a las personas más necesitas en todos los continentes y que ha aprendido a través de su historia de más de 60 años que la pobreza no es budista, ni musulmana, ni cristiana; la pobreza es pobreza y la violencia es violencia; la desigualdad nos afecta a todos y por lo tanto debemos trabajar juntos para superar esas realidades.

En World Vision en América Latina, nuestra pasión es trabajar con sentido cristiano (católico, protestante, evangélico, anglicano, pentecostal o como sea) por una niñez protegida con ternura que promueva una sociedad más justa y segura. ¡Cómo no voy a estar feliz de trabajar en una organización así!

El Harold cotidiano. El estratega de World Vision. Sus perspectivas y opiniones. El hombre que disfruta lo que hace

Cuando sale de su armadura, se encuentra en casa entre libros. Se confiesa un bibliófilo a toda prueba; escudriña, lee, colecciona, clasifica, busca… no se cansa. El mundo editorial es su pasión. Quizá en su mapa genético guarda alguna relación con algún Quijano, pues ama fervorosamente la lectura y los libros. Sin duda la cultura es la égida de su estrategia, Tolstoi le dio herramientas, sin incluir sus exploraciones en los temas de la teología latinoamericana y en psicología de Viktor Frankl, que por ende lo llevó a su afición por la Logoterapia. Todo eso son conjeturas con base en sus aficiones, de lo que sí tenemos certeza es de sus asados. Pero no pongamos palabras en su boca, prosigamos.

¿Cómo es el Harold, esposo, padre, hombre y amigo?
(Risas) Eso sería bueno preguntárselo a Marilú, a Laura y Juan Miguel, pero voy a tratar de responderte la pregunta así: intento ser una persona de buen humor (sin negar mis momentos de seriedad y mal genios naturales); me gusta tomar las cosas serias con el mejor humor posible, fomentar la amistad y la risa dentro de la casa. Mi hobby son los libros: la lectura y los libros, que no es lo mismo; es decir, lector y bibliófilo (risas). Me gusta dedicar tiempo a arreglar la biblioteca, a limpiar los libros, clasificarlos, reparar los que tienen algún daño, organizarlos, olerlos, en fin. Además, dedico tiempo en casa a los proyectos editoriales en los cuales siempre tengo compromisos pendientes ya sea como escritor, editor o coordinador de algunas publicaciones.

En cuanto a la música, mi género preferido es la salsa y la música “afro-latino-caribeña”; soy, en esto también, buen caleño (Cali es la capital de la salsa y la sucursal del cielo); colecciono música salsa (de la clásica), intento tocar el bongó, me gusta la percusión y cultivar ese gusto musical entre amigos, sobre todo con los mejores que son los que están en Cali. Otro gusto es el dibujo aficionado de caricaturas. Es un entretenimiento que ayuda mucho en medio de tantas reuniones y viajes como los que tengo que cumplir en mi trabajo y ministerio. De modo que, entre libros, salsa, asados (este es otro gusto que practico como “rito sagrado” con mucha frecuencia) y dibujos ando en la casa… y fuera de ella. Poco de televisión y mucho de radio y música.

¿Cómo llegó a World Vision?

“En el año 1999, World Vision en Colombia convocó a una reunión para conformar una red de organizaciones basadas en la fe que estuvieran trabajando a favor de la paz en Colombia. Yo fui a esa reunión a Bogotá en representación del Foro Ecuménico de Cali y de la Comisión de Derechos Humanos de la Conferencia Evangélica de Colombia (CEDECOL) de la cual era miembro. Allí conocí al Vicepresidente de World Vision para América Latina en ese entonces, el Dr. Manfred Grellert.

Una semana después de ese encuentro, Manfred me llamó para decirme que estaba buscando a una persona que trabajara en las relaciones eclesiásticas de su organización. Según él yo tenía el perfil por mi experiencia pastoral y la formación teológica y administrativa, de modo que me extendió la invitación. Cuando conocí los detalles del cargo le dije, Manfred, usted me está tentando porque ese trabajo es el que yo siempre he querido hacer, pero no puedo aceptarlo ahora porque soy rector del Seminario Teológico Bautista Internacional de Cali y allí estamos en un proceso legal para constituirnos en una Universidad. Yo sentía que no era responsable de mi parte dejar el Seminario en ese momento. Pero Manfred, con una generosidad incalculable, me dio el tiempo (casi un año) para que cerrara procesos en Cali y pudiera responder a su invitación. Bueno, en agosto del 2000 llegué a Costa Rica… y lo demás es historia llena de bendiciones.

¿Cuáles son sus perspectivas con respecto a América Latina, en vista de las circunstancias que han llevado al desgaste de gobiernos progresistas y ante la amenaza del retorno del neoliberalismo más radical?

Tengo una sensación muy pesimista de lo que se acerca para América Latina en estos próximos años. Estuve hace pocas semanas en un encuentro latinoamericano convocado precisamente por la Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM) y allí escuché al Dr. Edurado Bellos (Perú) en una exposición brillante sobre el panorama social y político del continente. Las perspectivas son desalentadoras ante el auge de las derechas neoliberales, la caída en los precios del petróleo y el desgaste político de los gobiernos de centro-izquierda, entre otros factores.

Los logros sociales en los últimos años en Brasil, Ecuador, Venezuela y Bolivia, entre otros países, es indiscutible. Basta ver las cifras económicas y sociales de hace 15 años y compararlas con las de hoy. Como ejemplo: comparemos al Ecuador de Abdalá Bucarám (1996-1997) y compararlo con el del presidente Correa. Pero esas buenas cifras y logros han estado acompañados de un populismo, en mi opinión, inoportuno, junto con un modelo caudillista que lamento (han querido perpetuarse en el poder como si les perteneciera por siempre). En resumen: un aceptable modelo económico y social con un inaceptable modelo de liderazgo. Como les he dicho a algunos amigos y amigas en conversaciones de pasillo: una izquierda del siglo XXI con un liderazgo del siglo XIX. Pero, aquí vuelvo a lo de mi pesimismo, esa crisis que estamos observando en los gobiernos de izquierda (por ejemplo, Argentina, Bolivia y Venezuela) ¿producirá el modelo social y económico que necesitamos? No lo creo. ¡Qué de esperanzador pueden tener los modelos neoliberales que demostraron ser letales en otras latitudes!

Entonces, quienes nos llamamos seguidores de Jesús, tendremos nuevas y desafiantes tareas qué cumplir en esta década triste que se avecina. Nuestros grandes males: la desigualdad, la violencia, la corrupción y el deterioro del Medio Ambiente (de la Casa Común), ¿serán resueltos por las ofertas de privatización y vuelta a un triste pasado ya conocido? No lo creo. Perdona mi falta de fe.

Somos el continente más desigual del planeta, al mismo tiempo que el más cristiano (por lo menos estadísticamente). ¿No es este un enorme desafío para católicos, evangélicos, protestantes y todos los demás que nos llamamos cristianos? En el caso de World Vision ya nos estamos preparando para lo que viene y nuestro compromiso sigue firme a favor de una niñez que sea protegida con ternura y sea promotora de la sociedad justa y segura que necesitamos.

¿Cuál ha sido el secreto de su éxito?
Primero te agradezco que lo llames éxito (risas), yo cambiaría la pregunta por esta: ¿qué has hecho para disfrutar tanto lo que haces y haberte ganado el cariño de tanta gente? El secreto, si es que existe, es mi profundo deseo de ser un seguidor de Jesús que ha querido traducir ese seguimiento en servicio. Y sirviendo, ya sea como pastor, profesor, escritor o lo que haga, me he llenado de alegría y de mil satisfacciones. Me he cuidado y le he pedido al Señor que me cuide de la ambición de ser un profesional de esos que hoy llaman “ganador” (¡qué palabra!) como si eso fuera un objetivo por el cual dar la vida. Las bendiciones que han llegado han llegado muchas veces sin estarlas buscando. Gracia, pura gracia del cielo. ¿No te parece? Porque eso de convertir el ministerio pastoral en una fuente de ganancias o la vocación profesional en un medio para sobresalir sobre los demás, aunque muchas veces atropellando a los demás es siniestro para cualquier profesional y más para una persona que se llame servidora del Señor.

Yo creo que vida exitosa (si insistimos con ese término), en mi caso, es tratar de vivir de acuerdo con lo que uno cree, sueña y quiere; de acuerdo con el sueño de Jesús que se llama Reinado de Dios.

Hasta aquí llegamos, lamentablemente ya el conocía el hielo, por lo menos lo dejé en manos del pelotón (para usar las expresiones de García Márquez). Hasta pronto dice el pastor Harold, queda la promesa de un asado en Costa Rica. Mientras disfruta del paredón, quizá como buen diplomático termina regalándoles poemas al pelotón y se marcha ileso, todos felices y unidos. Así es él.

Preguntas de paredón
¿Cómo se define?
Alegre
¿Qué le indigna?
La injusticia
Un momento inolvidable
El nacimiento de Laura
¿De qué se arrepiente?
De no haber tenido más hijos
El mejor momento de su vida
Cuando fui nombrado pastor de la iglesia de San Fernando en 1984.
Un color
El azul oscuro
Una música de Salsa
La de Héctor Lavoe e Ismael Rivera
Un libro
Guerra y Paz
Una pieza de ajedrez
El Alfil
¿Qué no falta en su equipaje?
Un radio transistor
Un lugar
Buenos Aires
Un defecto
Eso sí son muchos
Un personaje
Viktor Frankl
















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