En un encuentro realizado en Buenos Aires, Ricardo Barbosa de Sousa, presentó un muy hermoso libro cuyo titulo es “Cuida tu corazón[1]”, tomado de Proverbios 4:23...
Este libro hoy forma parte de “mis libros clásicos de la mesa de luz". La gentil recomendación de José Nuñez; sugiriéndome conseguirlo y leerlo, me llevan hoy a “imitar” su amable gesto.
En el capítulo 4, el autor habla sobre la necesidad de “redescubrir al Padre”, y debo confesar que en estos tiempos tan especiales en lo personal, he decidido retomar ese proceso.
La muerte de mi papá cuando yo tenia 10 años de edad, la sociedad individualista y consumista en la que vivimos, mi formación competitiva de alto rendimiento desarrollada en un deporte también muy individualista, me han conducido sin duda a un estilo de vida y a un modelo de espiritualidad basado en relaciones utilitarias y profesionales, y a buscar llenar a través del activismo, los espacios y lagunas que dejaron mi carencia afectiva.
Señala Barbosa: “…la realización humana se da en las relaciones de amor y amistad que construimos, y no en las cosas que hacemos o poseemos, por mas relevantes y sagradas que sean”.
Mis inseguridades relacionales, provocadas por la ausencia de mi papa, me llevaron a desear y buscar aquello que de algún modo me ayudara a pensar que soy amado y aceptado, a reforzar el status necesario para autoafirmarme como persona. Fue así que inicié un camino de búsqueda de mi identidad, tratando de “descubrirme”, creyendo que la forma de hacerlo era mediante una sobrecarga de actividad deportiva que me diera “un nombre”, “una fama”, “un alguien”. Alcancé logros deportivos importantes, sin embargo pocos fueron los resultados positivos interiores.
Durante muchos años mantuve con Dios una relación “utilitarista” y de “trueque”. Fue una relación sincera, pero equivocada en lo metodológico y actitudinal.
Recuerdo algunas de mis expresiones:
“Señor; si me ayudás a ser campeón argentino, yo te prometo que voy a modificar mi forma de vivir, voy a ser mas bueno, tratar mejor a las personas, ser mas amable...”“¡Estoy dispuesto a hacer tu voluntad, pero necesito que me ayudes a ser campeón del mundo…!”“Ayudáme a construir un gimnasio en el barrio mas pobre de mi ciudad; es para que los chicos no anden en la calle, en la droga…..si me das una mano, te prometo que voy a trabajar para "tu reino".
Hoy, se que para “redescubrir a Dios”, debo aprender a cultivar una relación de amor y amistad con él, sin condicionamientos, sin trueques. En ese proceso, tendré que intentar liberarme de las cadenas de un mundo individualista, competitivo y egoísta, de relaciones utilitarias, para poder participar y disfrutar solo de relaciones afectivas.
¿Cómo lograrlo?. El asunto no es tan sencillo, ya que se trata de una formación estructural. Tiene que ver no solo con experiencias vividas, sino también con sistemas económicos, religiosos y culturales de la sociedad, con paradigmas ya establecidos, erróneamente asumidos y avalados.
La gran pregunta implícita es:
¿Por qué debo cambiar este paradigma?. Ricardo de Sousa expresa que existen por lo menos tres razones para hacerlo.
¿Por qué debo cambiar este paradigma?. Ricardo de Sousa expresa que existen por lo menos tres razones para hacerlo.
La primera, es porque la propia naturaleza de Dios es relacional y no individualista. El Dios que se revela en las Escrituras es un Dios trino. No se trata de tres dioses que compiten entre si, sino de un único Dios que es interdependiente, que interactúa por medio de la singularidad de cada Persona de la Santísima Trinidad, en una perfecta comunión de amor y entrega. La Trinidad nos revela a un Dios que es esencialmente relacional.
Sigo sorprendiéndome veinticinco años después, “redescubriendo” aquellos acontecimientos de mi pasado, que si bien marcaron puntos de inflexión muy importantes en mi vida, recién hoy puedo “parcialmente” comprenderlos. Permitirme analizar desde otro lugar, desde otro tiempo y desde otras circunstancias lo sucedido, enriquece, reconstruye y da sentido a la obra soberana del Padre.
Mis "logros y/o fracasos" deportivos mas importantes, siempre llegaron acompañados de grandes enseñanzas. Algunas veces, como en el caso del campeonato mundial obtenido en el año 1983, Dios no me permitió llegar primero en ninguna de las cinco competencias del torneo, sin embargo quiso que el título mundial obtenido fuera “por suma de puntos” y singularmente debí compartir el primer puesto con un corredor norteamericano llamado Tom Peterson. Otras veces, me permitió perder y también ganar diferentes competencias, pero siempre había razones o propósitos vinculados a meritorios trabajos de equipo, tanto de mis adversarios como de mis propios compañeros.
Es decir que, el aspecto relacional, el compartir, la suma de los esfuerzos, y el concepto de trabajo en equipo, es lo que hoy me permito leer, como mayores enseñanzas de estas experiencias vividas. La plenitud de los logros y el valor de los esfuerzos, tienen sentido cuando se construye y se comparte con otros.
La segunda razón para cambiar este paradigma, y renunciar a toda propuesta individualista, es porque ni el propio Jesús tenía un proyecto personal y particular. El abrazó el proyecto del Padre como si fuese el suyo, el cual terminó siendo el suyo al fin y al cabo. La misión de Jesús no fue su propia misión sino la del Padre (Marcos 14:36).
La tercer razón es simplemente porque al observar a nuestro alrededor, lamentablemente no se constatan cambios de conductas, hábitos ni comportamientos. Frente al gran avance tecnológico, incluso al servicio de la iglesia, no hemos avanzado mucho en nuestras relaciones. Todo lo contrario, el individualismo ha creado en nosotros un falso sentido de éxito, de libertad y realización, que compromete el espíritu comunitario y a la propia naturaleza relacional del ser humano.
Líbrános de las cadenas de este mundo individualista, competitivo y egoísta.
[1] Barbosa de Sousa, Ricardo. Cuida tu corazón: ensayos sobre espiritualidad cristiana. 1ºed. Buenos Aires: Kairos, 2005.
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