Dios todavía nos habla


Un joven había estado en el estudio bíblico del miércoles a la noche. El pastor había hablado de escuchar y obedecer la voz del Señor. El joven no pudo evitar pensar, ¿Dios habla con la gente hoy? Después del servicio, salió con unos amigos a tomar un café y comentaron el mensaje. Varios contaron cómo Dios los había guiado en diversas oportunidades. Ya eran las 10 de la noche cuando el joven emprendió el regreso hacia su casa.
Sentado en el auto comenzó a orar: "Dios, si todavía hablas con la gente... por favor háblame a mí. Yo te voy a escuchar. Voy a hacer todo lo que pueda por obedecerte." Mientras manejaba por la calle principal de su ciudad, tuvo un pensamiento extraño: parar y comprar un litro de leche. Sacudió la cabeza y dijo en voz alta "¿Dios, eres tu?" Como no obtuvo respuesta, siguió camino hacia su casa. Pero, nuevamente el pensamiento: "compra un litro de leche".
El joven recordó como el pequeño Samuel no reconocía la voz del Señor y acudía a pedirle ayuda a Elí. "Esta bien, Dios, en caso de que seas vos, voy a comprar la leche." No parecía una prueba muy difícil de obediencia. La leche siempre es útil. Se detuvo, compró el litro de leche y siguió camino hacia su casa. Cuando estaba por pasar la calle 7, sintió de nuevo el impulso, "Dobla en esta esquina." "Esto es una locura", pensó y pasó de largo la intersección. De nuevo, tuvo la sensación de que debía haber doblado en la calle 7. Así que en la siguiente intersección dobló y volvió hacia la calle 7. Medio en broma dijo en voz alta, " OK Dios, así lo haré ".
Anduvo por varias cuadras, cuando de repente sintió que tenía que parar. Estacionó y miró a su alrededor. Estaba en una zona semi-comercial de la ciudad. No era de las mejores, pero tampoco era lo peor. Los negocios estaban cerrados y la mayoría de las casas estaban oscuras, como si sus habitantes ya se hubieran ido a dormir. Otra vez sintió algo, "Anda y dale la leche a la gente de la casa de enfrente. El joven miró la casa. Estaba oscura y daba la impresión de que la gente se había ido o estaba durmiendo. Empezó a abrir la puerta y se volvió a sentar en el auto. "Dios, esto es una locura. Esa gente debe de estar durmiendo y si los despierto se van a enojar y yo voy a quedar como un estúpido " Nuevamente sintió que debía ir y darles la leche. Finalmente, abrió la puerta del auto y dijo "Está bien, Dios, si eres tu, voy a ir y les voy a dar la leche. Si quieres que quede como un loco, está bien. Quiero ser obediente. Supongo que eso servirá de algo pero si no me contestan rápido, me voy." Cruzó la calle y tocó el timbre.
Se escuchaban ruidos que venían desde adentro. Un hombre gritó: "¿Quién es? ¿Qué quiere?" Y la puerta se abrió antes de que el joven pudiera salir disparando. El hombre que abrió tenía jeans y una remera. Parecía que recién se había levantado de la cama. Tenía una mirada extraña y no parecía muy contento de ver a un extraño parado en la puerta de su casa. "¿Qué quiere?" le preguntó El joven sacó la botella de leche y dijo, "Aquí tiene, esto es para usted." El hombre tomó la leche y corrió por el pasillo hacia adentro hablando en español. Luego vio pasar a una mujer llevando la leche a la cocina. El hombre la seguía cargando un bebé en bazos. El bebé lloraba. El hombre tenía los ojos llenos de lágrimas y le dijo casi llorando: "Estábamos orando. Tuvimos que pagar muchas cuentas este mes y nos quedamos sin dinero. No teníamos leche para nuestro bebé . Le estábamos pidiendo a Dios que nos muestre como conseguir leche". La esposa desde la cocina gritó: "Le pedimos que mandara a un ángel con un poco de leche. ¿Es usted un ángel?
El joven buscó su billetera, sacó toda la plata que tenía y la puso en la mano del hombre. Dio media vuelta y volvió a su auto. Las lágrimas corrían por su rostro. Se dio cuenta de que Dios todavía contesta nuestras oraciones. Esto es simplemente una prueba.

Yo te busco...

¡Respóndeme, Señor, respóndeme!

por José Luis Lozano



“Respóndeme, Señor, respóndeme, para que este pueblo sepa que tu eres Dios, y que los invitas a volverse de nuevo a ti”. (1 Reyes 18:37 )

Un pedido muy especial

En una oportunidad, me encontraba en la ciudad de Rosario; Argentina. La familia que nos hospedaba a mi compañero Norman de Buenos Aires y a mi, invitó a cenar la noche antes del inicio del campeonato, al director técnico de la selección Argentina de patín carrera con su esposa. Durante la cena, unos ladrones, rompieron un vidrio de su automóvil y le robaron un bolso que contenía los patines con los que la esposa del técnico debía competir al día siguiente, como parte de un selectivo nacional para participar de un campeonato del mundo.
Al finalizar la cena y encontrarnos con esa triste situación, no hubo mas que desconcierto, bronca e impotencia en todos.
Al retornar a la habitación con mi compañero Norman, le expresé que sentía el deseo de orar a Dios para que el bolso con los patines apareciera y así poder demostrar al técnico, a su esposa y a la familia hospedadora, la existencia y el poder de Dios.
Así lo hicimos. Oramos con el claro objetivo de que el bolso apareciera para testimonio de todos; la familia que nos hospedó, el técnico con su esposa y todos los patinadores del país que habían ido a participar del torneo nacional.
Nuestra oración fue mas o menos así:

“Querido Señor, tu sabes mejor que nosotros lo que sucedió esta noche; el robo del bolso de patines de Nora . Te pedimos que por favor hagas que el bolso aparezca. No sabemos como lo vas a hacer, pero sería un hermoso testimonio para que todos sepan que tu existes y que eres realidad ”.

Esa noche, luego de la oración, nos acostamos a descansar, y a la mañana siguiente, después del desayuno, sentí deseos de salir a caminar y dar una vuelta a la manzana. Mientras caminábamos con Norman (mi compañero), sentí deseos de acercarme a 2 jóvenes que estaban conversando en una esquina de la cuadra en donde nos hospedábamos.
¡Disculpen muchachos…nosotros no somos de esta ciudad! ¡Vinimos a participar de un torneo de carreras de patín aquí en Rosario. Estamos hospedados en aquella casa de familia y anoche mientras cenábamos, alguien rompió el vidrio del auto que estaba allí y robaron un bolso con patines!. ¿Uds saben o vieron algo? Ellos contestaron: No, no sabemos nada! Ok.. si uds se enteran de alguna novedad avísennos por favor, ya que los patines que se robaron son de una de las chicas que hoy llego de Buenos Aires para participar de un torneo nacional. Ella es esposa del técnico de la selección argentina y seguro que esta dispuesta a dar una recompensa si es que los patines aparecen. ¡Muchas gracias por avisarnos!. Nos despedimos, les dijimos hasta luego y que disculparan la molestia.
Nos dimos vuelta y comenzamos a caminar de regreso a la casa. Cuando estábamos a unos 10 metros de distancia, nos llaman y nos dicen que ellos sabían quien los había robado. Además, muy sutilmente nos amenazaron ante la posibilidad que llamemos a la policía, pero nos expresan, que harían todo lo posible por conseguir los patines. Recuerdo que en mi interior, le daba muchas gracias a Dios, pues El, ya nos había señalado quienes eran los ladrones y ahora todo se trataba de negociar la devolución.
Acordamos que en una hora los patines serían devueltos y a cambio les daríamos una recompensa.
Todo salió como se habló. Recuperamos los patines, llamamos al hotel en donde se alojaba el técnico con su esposa y todos fueron testigos de la hermosa respuesta de Dios a un pedido muy especial.

“¡Señor Dios de Abraham, Isaac e Israel: haz que hoy se sepa que tu eres nuestro Dios…!”.(1Reyes 18:36).

Por un mundo sin violencia


Por C. René Padilla
La paz es un bien deseable tanto para los individuos como para las naciones. El corazón humano anhela la paz, y ésta, por lo tanto, se impone como un objetivo político prioritario que ningún gobierno responsable puede descuidar. Sea en el Este o en el Oeste, en el Norte o en el Sur, la visión profética de un mundo en el cual las espadas sean convertidas en arados y las lanzas en hoces suscita una respuesta positiva.
Sin embargo, la paz tiene sus condiciones. A menos que se cumplan, el ideal de la paz no pasa de ser un mero deseo sin posibilidades de realización. ¿Cuáles son las condiciones de la paz?

Isaías 32.7 señala la más importante de ellas: la justicia. «Y el efecto de la justicia será paz; y la labor de la justicia, reposo y seguridad para siempre». La paz se relaciona con la justicia como el fruto con el árbol que lo produce. Donde no hay justicia, no puede haber paz. La injusticia y la paz no pueden coexistir.
Recordemos que el profeta Isaías habla desde una situaci6n de injusticia y opresión. Las clases dirigentes se han corrompido y están usando su poder para explotar a los pobres. Son «rebeldes y amigos de bandidos. Todos se dejan comprar con dinero y buscan que les hagan regalos» (Is 1.23). Su tarea, dada por Dios, es hacer el bien, esforzarse en hacer lo que es justo, ayudar al oprimido, hacer justicia al huérfano, defender los derechos de la viuda (cf. 1.17). En lugar de ello, están ocupados comprando casas y acumulando tierras «hasta no dejar a nadie más… como si fueran los únicos en el país» (Is 5.8). Han reemplazado el respeto a la ley de Dios por asesinatos, y la justicia por gritos de dolor (cf. Is 5.7). Han dictado leyes injustas y decretos intolerables, y «no hacen justicia a los débiles ni reconocen los derechos de los pobres… explotan a las viudas y roban a los huérfanos» (cf. Is 10.1). Y no se puede esperar justicia del sistema judicial, ya que «acusan de crímenes a otros, y ponen trampas al juez, y con engaños niegan justicia al inocente» (Is 29.21).
La injusticia es pan de cada día. Sin embargo, la injusticia no viene sola. Donde hay olvido de la justicia, reina la anarquía. «La situación será tal en el pueblo, que unos a otros, aun entre amigos se atacarán. Los jóvenes la emprenderán contra los viejos, los despreciados contra la gente importante» (Is 3.5). La ley y el orden son esenciales para el bienestar de cualquier sociedad. Pero cuando se los invoca para defender intereses creados, la ilegalidad y el desorden se institucionalizan y, como resultado, se destruyen los fundamentos morales de la sociedad. Como racionalizaciones para justificar a los opresores, la ley y el orden inevitablemente pierden el respecto de parte de los oprimidos, las víctimas del sistema que los invoca. Los valores éticos pierden entonces vigencia y se crea una situación como aquella que el profeta describe cuando dice: «¡Ay de ustedes, que llaman bueno a lo malo, y malo a lo bueno; que convierten la luz en oscuridad, y la oscuridad en luz; que convierten lo amargo en dulce, y lo dulce en amargo!» (Is 5.20). Se pierde toda noción del bien y el mal, y el caos social toma control de la situación.
Para complicar el problema todavía más, en el tiempo de Isaías el pueblo de Israel está satisfecho, inconsciente de su pecado. El mensaje del profeta, por lo tanto, encuentra oídos sordos. A causa de su rebelión —dice el profeta—, Asiria, una nación pagana, será usada como vara de la ira de Dios; por no querer entender, irán al exilio, «todo el pueblo, con sus jefes, morirá de hambre y de sed» (Is 5.13). Su advertencia, sin embargo, es recibida con burla e indiferencia. El sonido de la destrucción está en el aire, pero en lugar de arrepentimiento y lamentación, «lo que hay es diversión y alegría, matar vacas y ovejas, comer carne y beber vino. ‘Comamos y bebamos, que mañana moriremos’, dicen» (Is 22.13). El hedonismo va de la mano con la falsa seguridad.
La falsa seguridad de los líderes de Israel en tiempos de Isaías es una expresión de confianza en el poder militar de Egipto. En vez de arrepentirse y confiar en el Dios de justicia, han hecho alianza con el Faraón, olvidándose que «los egipcios son hombres, no dioses; sus caballos son de carne, no espíritus» (Is 31.3). ¡Qué advertencia para quienes inclusive hoy día buscan la paz y la seguridad por medio de la fuerza bruta, pero no muestran preocupación por la justicia!
El capítulo 32, en que aparece nuestro texto, comienza con la promesa de un reino en el cual «habrá un rey que reinará con rectitud y gobernantes que gobernarán con justicia» (v. 1). En contraste con la situación de violencia institucionalizada que actualmente existe en Jerusalén, en ese reino venidero «la gente no llamará noble al canalla ni tratará al pícaro como persona de importancia»; el hambriento no volverá con las manos vacías o el sediento sin agua, ni los pobres serán perjudicados con mentiras (vv. 5-8). Jerusalén, «la ciudad amiga de las diversiones», va a ser destruida. Las mujeres despreocupadas que la habitan, por lo tanto, son exhortadas a dejar de lado su falsa seguridad y reconocer el juicio que se avecina (vv. 9-13).
Después de esta exhortación, el profeta vuelve sus ojos a los cambios que se van a llevar a cabo cuando el juicio de Dios se cumpla. El Espíritu de Dios —dice— será derramado y surgirá una nueva sociedad y una nueva creación. «La rectitud y la justicia reinarán en todos los lugares del país. El efecto de la justicia será la paz; y la labor de la justicia, reposo y seguridad para siempre. Mi pueblo vivirá en un lugar pacífico, en habitaciones seguras, en residencias tranquilas, aunque el bosque sea talado y humillada la ciudad. Ustedes vivirán felices, con riego abundante para sus sembrados y pastos seguros para el burro y el buey» (vv. 16-20).
Para entender mejor esta visión profética de un mundo de paz hay que verla en contraste con la situación caótica descrita anteriormente. La paz a la cual se hace referencia aquí no es una mera ausencia de guerra, sino shalom, es decir, armonía, bienestar, integridad, abundancia, prosperidad, salud, felicidad, plenitud tanto para los individuos como para la sociedad. Nuestro texto la relaciona con tranquilidad, quietud o reposo (sheket) y con confianza o seguridad (batah). En medio de una situación de injusticia a la vez que de tensión social e inseguridad, el profeta vislumbra una nueva era en la historia de su nación, y la describe en términos que nos recuerdan el Año del Jubileo según Levítico 25: «En este año de liberación todos ustedes volverán a tomar posesión de sus tierras… No abuse nadie de nadie. Muestren reverencia por su Dios, pues yo soy el Señor su Dios. Cumplan mis leyes, pongan en práctica mis decretos. Cúmplanlos y vivirán tranquilos en el país; la tierra dará frutos, y ustedes vivirán tranquilamente en ella y comerán de sus frutos hasta quedar satisfechos» (vv. 13, 17-19). La relación que Isaías ve entre la justicia y la paz, entre la obediencia a la ley de Dios y la seguridad, aparece ya en la antigua revelación dada a Moisés en el Monte Sinaí, según la tradición.
El anhelo de un mundo en que la gente disfrute de la vida en todas sus dimensiones, sin verse amenazados por la violencia o el infortunio, es una característica común de la humanidad. No es de sorprenderse, por lo tanto, que la promesa de paz y seguridad sea frecuentemente un importante elemento de la retórica política en todos los países. Sin embargo, nuestro texto, en línea con la revelaci6n mosaica, coloca la justicia y la paz en una relación de causa y efecto: «el efecto —o resultado— de la justicia será la paz».
La justicia (tzedaká) a que se refiere el profeta no es ni más ni menos que la justicia de Dios: la justicia que Él ama y Él demanda; no meramente una convención social o un valor humano, sino un mandato divino. «No es sólo una relación entre el hombre y su prójimo, es un acto que implica a Dios, una necesidad divina»(1). Y está íntimamente vinculada a la compasión por los oprimidos, los débiles, los marginados. Es una «opción por los pobres». Tiene que ver con la preocupación especial de Dios por los necesitados y desheredados. Porque Él es un Dios de justicia, es pecaminoso permanecer indiferentes hacia quienes sufren por causas ajenas a su propio control.
Tzedaká es una condición esencial para la existencia de shalom. Sin justicia, no hay paz. La justicia y la paz son inseparables; están indisolublemente unidas. En palabras del salmista: «El amor y la verdad se darán cita; la paz y la justicia se besarán» (Sal 85.10).
En ausencia de la justicia sólo es posible una paz espuria. La falsa seguridad de los opresores, basada en la coerción, o la modorra de los oprimidos, resultante del temor, pero no una paz real. La paz de un cementerio, o de un campo de concentración, o de un país bajo ocupación militar, pero no una paz genuina y duradera.
Shalom nunca puede ser la experiencia de una sociedad corrompida, de una sociedad materialista obsesionada por la riqueza e indiferente a la situación de los pobres, de una sociedad hedonista orientada hacia la satisfacción de necesidades creadas artificialmente y ciega al sufrimiento de las masas empobrecidas, de una sociedad de consumo entregada a la idolatría de las modas y dura frente a la miseria de los marginados, de una sociedad de desperdicio puesta al servicio de la ideología del crecimiento económico ilimitado y sin compasión por las multitudes hambrientas.
Tampoco shalom puede ser una realidad en un mundo caracterizado por la injusticia a nivel internacional, un mundo dominado por la ambición de poder político y olvidadizo de los derechos humanos, un mundo en que se arrebata el pan de la boca de los menesterosos a fin de engordar a una elite con problemas de obesidad, un mundo en que las futuras generaciones de las naciones pobres nacen ya hipotecadas por los países ricos.
La única «paz» posible en esta clase de sociedad y esta clase de mundo es la paz impuesta por los gobiernos de seguridad nacional, una paz que depende totalmente de la persecución y el exilio, el arresto arbitrario y la tortura, las desapariciones forzadas, las mutilaciones y los asesinatos, una falsa paz desafiada para una elite privilegiada, comprada con la sangre de los oprimidos, una falsa paz que los pobres aborrecen y los ricos no pueden disfrutar totalmente, una paz que amenaza destruir totalmente la civilización moderna.
Si el fruto de la justicia es la paz, el fruto de la injusticia es la violencia y el caos social, la enemistad y la inseguridad, el odio y el temor. Cada injusticia que se comete contra los pobres lleva en sí la semilla de la subversión. La justicia conduce a la vida, la injusticia desemboca en la muerte. La injusticia no es meramente una violación de los derechos humanos sino también un pecado contra el Dios vivo. Por lo tanto, quienes persisten en la injusticia se colocan bajo el juicio de Dios. «El que se burla del pobre ofende a su Creador; el que se alegra de su desgracia no quedará sin castigo» (Pr 17.5).
La manera más eficiente de trabajar contra la paz es trabajar por la injusticia. Siembra injusticia y cosecharás violencia. En palabras de Robert Kennedy, «quienes imposibilitan la revolución pacífica, hacen inevitable la revolución violenta».
Dondequiera, cuando explota la violencia, la explicación común de parte de quienes son beneficiados por el sistema es que los causantes de los problemas son agitadores ajenos a la situación. La pregunta que debe plantearse a los defensores del statu quo es: ¿Qué lograrían tales agitadores si no fuese porque el terreno está ya abonado por el resentimiento y el odio causados por la injusticia?
América Latina es una buena ilustración del problema. Parecería que, a lo largo de su historia, nuestros países estuvieran atados a un círculo vicioso de empobrecimiento de las masas, seguido por explosión social, seguida por represión, seguida por un mayor empobrecimiento de las masas, seguido por una mayor explosión social, seguida por una mayor represión, y así sucesivamente. Cada vez que se repite el ciclo, aumenta el costo social. ¿Hay salida, especialmente si se toma en cuenta que cada intento de cambio es de inmediato convertido en el blanco de las sospechas de quienes mantienen el control de las estructuras de poder?
La situación se complica todavía más en vista del juego de intereses económicos a nivel internacional. La política externa de los Estados Unidos funciona en base al presupuesto que la democracia y la libertad son valores que deben preservarse a toda costa en todo el mundo. El hecho innegable es, sin embargo, que en tiempos de la Guerra Fría, el gobierno de los Estados Unidos fue siempre compañero de cama de los gobiernos más represivos en la historia de la humanidad.
¿Qué explicación tenia esta espantosa contradicción? Por lo menos parte de la respuesta era que los dictadores latinoamericanos habían aprendido bien cómo funcionaban los mecanismos del poder. Su fórmula era sencilla:
1. Convencer al gobierno de Estados Unidos que ellos también valoraban la democracia y la libertad; que ellos también estaban involucrados en la batalla cósmica contra el marxismo, y que todas las violaciones de los derechos humanos eran sólo una medida temporaria para impedir el avance de los comunistas y evitar que desterraran para siempre a la democracia y la libertad, no sólo de sus respectivos países sino de todo el continente y de todo el mundo.
2. Proteger los intereses económicos de Estados Unidos y, ¡por supuesto!, los intereses privados de los gobernantes locales. ¡De este modo se mantenía feliz al elefante! Por cierto, el elefante quedaba feliz, pero no nos engañemos: ese camino conducía a la destrucción porque dejaba sin resolver el problema de la injusticia, y donde hay injusticia no puede haber paz.
Hoy la situación es otra. Quedó atrás la era de la Guerra Fría. Por lo menos en América Latina, ya no tenemos dictaduras militares. Pero no nos engañemos: hoy más que nunca, el poder económico está concentrado en grandes corporaciones transnacionales al servicio del nefasto sistema neoliberal, un sistema de injusticia que beneficia a una elite —la «clase transnacional»— a costilla de las grandes mayorías. De la era de la Guerra Fría hemos pasado a la era de la Guerra contra el Terrorismo. Cualquiera que esté en desacuerdo con el sistema, ya no es un subversivo o un «cómplice de la subversión» sino que corre el riesgo de ser tildado de terrorista. Y, por supuesto, si queremos que haya paz, ¡tenemos que acabar con los terroristas!
En contraste, la manera más eficiente de trabajar por la paz es luchar contra la injusticia. ¿Anhelas la paz? Entonces, «que fluya como agua la justicia, y la honradez como un manantial inagotable» (Am 5.24). ¿Anhelas «reposo y seguridad para siempre»? Entonces, «¡no más violencia y explotación! ¡Actúen con justicia y rectitud!» (Ez 45.9). ¿Deseas vivir «en un lugar pacífico, en habitaciones seguras, en residencias tranquila» Entonces, «el Señor ya te ha dicho, oh hombre, en qué consiste lo bueno y qué es lo que él espera de ti: que hagas justicia, que seas fiel y leal y que obedezcas humildemente a tu Dios» (Mi 6.8).
Emil Brunner ha observado correctamente que si las naciones no están dispuestas a poner de lado sus intereses egoístas por causa de la justicia, por lo menos podría esperarse que cumplan los requisitos mínimos de la justicia internacional por causa de la paz:
Sería fantástico y utópico contar con la posibilidad de que naciones y estados, que por miles de años en sus relaciones internacionales han sido guiados por el egoísta principio del poder, de pronto se conviertan en convencidos adherentes del principio de la justicia. Pero no es fantástico creer en la posibilidad de que, en vista de los horrores de una guerra total, las naciones y los estados estén dispuestos a hacer sacrificios a fin de preservar la paz, que no den por sentado el egoísta punto de vista del poder sino que, en la distribución de la tierra, de los intereses y beneficios económicos, de la influencia política, dejen espacio para las necesidades y los derechos de otros. Quien condene esta posibilidad como utópica debe darse cuenta que está declarando que la siguiente guerra mundial es inevitable. (2)

Tales palabras mantienen ciertamente su vigencia. El dilema frente al cual se encuentra América Latina no es o el capitalismo y la libertad por un lado, o el socialismo y el totalitarismo por otro lado, como si el capitalismo y el socialismo fuesen realidades últimas. El dilema es, más bien, o la justicia y la paz por un lado, o la injusticia y la violencia por otro lado. Por causa de la paz, rechacemos el mito de que puede haber paz sin justicia, y sigamos a Jesús de Nazaret, que fue ungido para proclamar buenas nuevas a los pobres, libertad a los cautivos, vista a los ciegos y liberación a los oprimidos (cf. Lc 4.16-21). «Y el efecto de la justicia será paz; y la labor de la justicia, reposo y seguridad para siempre».

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(1). Abraham J. Heschel, Los profetas: II. Concepciones históricas y teológicas, Editorial Paidós, Buenos Aires 1973, p. 75.
(2). Justice and the Social Order, Harper and Brothers, New York and London, 1945, p. 238. Artículo de la Revista Kairós Nro. 22, año 2008.

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SEGURIDAD

Tomado de la buena semilla
por María Lozano

El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente.
(Salmo 91: 1)

Tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. (Romanos: 5:1)

La seguridad; palabra clave en las campañas políticas, preocupación internacional de mayor importancia y desafío comercial; es la prioridad de nuestra época, sencillamente porque nadie está seguro en ningún sitio.
La delincuencia en todos los ámbitos está presente. Tanto en la ciudad como en el campo, ricos y pobres, jóvenes y viejos, ¿ Quién está a salvo de los peligros?
¿Qué nación no teme las guerras, las hambrunas y las catástrofes?.
Esta inseguridad constante crea al hombre ansiedad. Se pregunta; aunque ponga candados y alarmas, ¿estaré a salvo de los ladrones? ¿El futuro será mejor gracias a las leyes de seguridad?
Dios dice: “Cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina”… y no escaparán (1 Tesalonicenses: 5:3). Un mundo que rechaza a Dios vive lógicamente en la inseguridad y ansiedad. Sólo hay una solución: Creer en Jesús a fin de obtener la paz con Dios y descansar en la fidelidad y en la fuerza del Señor; poniendo en sus manos nuestra propia vida y la de los nuestros. Él quiere ser para nosotros una fortaleza secreta y segura, una roca sólida. Sí, solamente en los brazos del Dios de paz, tierno y fuerte, encontraremos una verdadera y eterna seguridad.
“No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí” , dice Jesús
(Juan 14:1).

AGÁRRATE A LA CUERDA


Tomado de la buena semilla
por María Lozano

Misericordioso y clemente es el Señor. (Salmo 103:8)
El que encubriere sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia.(Proverbios 28:13)

AGÁRRATE A LA CUERDA
Todo empezó con un paseo por el puerto pesquero. De repente el pequeño Francisco resbaló por la piedra mojada del muelle y cayó a las oscuras aguas. El niño aún no sabía nadar; así que dejaba de moverse en todos los sentidos; se hundía, salía a la superficie y volvía a hundirse…Un pescador; quien desde su barco amarrado al muelle vio lo que estaba sucediendo, tomó rápidamente una cuerda y la lanzó hacia Francisco. “¡ Francisco agárrate a la cuerda y déjate llevar!”, gritaban sus angustiados padres. El niño, ya sin fuerzas, tomó la cuerda. Entonces una mano firme lo sacó del agua…¡Ahora estaba a salvo!
La misericordia divina se parece a una cuerda tendida a nuestra miseria. Quizás usted tenga la impresión de estar ahogándose; está luchando solo para salir de las garras del alcohol, de la droga o de un vicio. Mientras la cabeza parece que sus esfuerzos valen la pena, pero en cuanto vuelve la recaída, usted se hunde. Necesita ayuda, y esa ayuda existe. Dios lo ama tal como es, y espera que le pida auxilio.
Háblele de su miseria, pídale perdón por lo que lo esclaviza y de lo que gustaría ser liberado. Ponga en sus manos toda su vida. Dios le dará a conocer a Jesucristo, su Hijo, un Salvador maravilloso, un libertador.¡Vaya a él sin tardar!

John Stott: un discípulo radical


Por C. René Padilla

En septiembre de 2008, mi esposa y yo visitamos a John Stott en St. Barnabas College, un asilo de ancianos para pastores anglicanos jubilados ubicado en Lingfield, más o menos a una hora de Londres. Poco antes lo habían trasladado del primer piso al segundo, donde podría recibir la atención que exigía su débil condición física. Comentó que lo que más lamentaba del cambio era que ya no podía pasearse por el jardín ni practicar uno de los hábitos que más lo habían deleitado por muchos años: observar pájaros. También comentó que en esos días estaba escribiendo el último capítulo de su último libro: A Radical Disciple (Un discípulo radical). En efecto, ese sería el último de los cincuenta libros que forman parte del rico legado de uno de los expositores bíblicos más distinguidos en la historia de la iglesia. Un expositor que se esforzó constantemente por mostrar, a la luz de la enseñanza bíblica, lo que significa para los cristianos, en términos prácticos, vivir en el mundo sin ser del mundo, tanto a nivel personal como a nivel comunitario.

Cuando lo visitamos, Catalina y yo estábamos pasando unos meses en Oxford a invitación de la Church Mission Society. Para verlo invertimos un total de más de seis horas en el viaje de ida y regreso por tren, y sólo estuvimos con él por una hora. Sin embargo, ¡valió la pena! Cuando nos despedimos, lo hicimos con la sensación de habernos despedido del querido tío Juan hasta el momento del reencuentro en el más allá. Así fue, en efecto: él pasó a la presencia del Señor el 27 de julio próximo pasado a las 15:15 (hora de Londres) a los 90 años de edad. Se despidió de esta vida rodeado de unos pocos parientes y amigos cercanos, mientras escuchaba con ellos varias selecciones de El Mesías de Handel (incluyendo el aria «Yo sé que mi Redentor vive») y la lectura de 2 Timoteo.

El tío Juan nació el 27 de abril de 1921 en pleno centro de Londres, en el hogar de Sir Arnold Stott (médico especialista y agnóstico en cuestiones de la fe) y Lady Stott (luterana pero vinculada a la iglesia anglicana All Souls, Langham Place). Uno de los privilegios que le ofreció su trasfondo familiar fue una educación académica del más alto nivel, incluyendo la que recibió del Trinity College de la Universidad de Cambridge (en francés y teología) y posteriormente de Ridley Hall en Cambridge (en estudios pastorales). En 1945 fue ordenado en All Souls, la iglesia en el centro de Londres a la cual había estado vinculado desde su niñez. En 1950 asumió el pastorado de esa iglesia, cargo que desempeñó hasta jubilarse en 2007, cuando pasó a ser pastor emérito. Por otra parte, en 1983, en reconocimiento de sus méritos, recibió un Doctorado en Divinidades (DD) y, a partir de ese año, varios doctorados de universidades en Inglaterra, Estados Unidos y Canadá. La revista Time, en el número correspondiente al mes de abril de 2005, incluyó su nombre en la lista de las Cien Personas Mas Influyentes en el Mundo. Al fin de ese mismo año la Reina de Inglaterra, de cuyo grupo de capellanes formaba parte, lo honró con el título de Commander of the British Empire. (Aceptó el título, pero no sin reservas en cuanto a la referencia de Inglaterra como un imperio.)

Sin embargo, lo que hizo de él una de las figuras contemporáneas más prominentes no fue lo que derivó de sus privilegios y de sus títulos. Lo que le dio la trascendencia que llegó a tener no sólo en su propio país sino globalmente, y no sólo en el mundo cristiano sino también en el secular, fue las cualidades que adornaron su carácter como un seguidor de Jesucristo que tomó muy en serio el discipulado radical: su fidelidad al evangelio, su espíritu conciliador, su generosidad, su humildad; en síntesis, el fruto del Espíritu manifestado concretamente en su estilo de vida. Chris Wright, su sucesor como Director de la Langham Partnership International que John fundó y presidió por muchos años, no exagera cuando escribe: «Como Moisés, fue uno de los líderes más grandes que Dios ha dado a su pueblo y, sin embargo, al mismo tiempo, uno de los hombres más humildes sobre la faz de la tierra. Fue para todos los que lo conocimos una encarnación andante de la sencilla belleza de Jesús, a quien amó por sobre todas las cosas».

Vi y escuché por primera vez al tío Juan en una reunión de obreros de la Comunidad Internacional de Estudiantes Evangélicos (CIEE) celebrada en Cambridge a mediados de 1959, el mismo año en que se publicó la primera edición de Cristianismo básico en castellano. De entrada, me sentí cautivado por la profundidad y la claridad de su pensamiento, cualidades que ya para ese entonces eran reconocidas ampliamente por los estudiantes que lo escuchaban cuando daba conferencias de evangelización a invitación de los grupos universitarios vinculados a la CIEE.

Pasaron varios años antes de que yo volviera a verlo. Fue un domingo en 1964, cuando Catalina y yo visitamos juntos la iglesia All Souls mientras yo hacía estudios doctorales en la Universidad de Manchester. Para mi sorpresa, John me saludó por mi nombre. Años después descubrí que una de sus virtudes era recordar, con mucha frecuencia, los nombres de personas con quienes entraba en contacto y por las cuales oraba.

En 1966 asistí al Congreso Mundial de Evangelización que se llevó a cabo en Berlín con el auspicio de la revista Christianity Today. Allí escuché la serie de exposiciones que John dio sobre la Gran Comisión, basadas en la versión de ésta en Juan 20.21. En algún momento durante ese Congreso tuve una conversación con él en las que compartió conmigo algunas de sus preguntas e inquietudes teológicas relativas a la resurrección de los muertos y a la vida más allá de la tumba.

Esa conversación fue sólo un anticipo de los múltiples diálogos que mantuvimos durante la gira que hicimos juntos en enero de 1974 a invitación de la Fraternidad Teológica Latinoamericana (FTL). La gira comenzó en México, continuó en Perú y Chile, y concluyó en la Argentina. En cada lugar, John era el orador y yo servía como traductor. Sus exposiciones y su testimonio vivido ilustraban bien la afirmación que haría posteriormente en su comentario sobre las Cartas a los Tesalonicenses: «Cada ministerio auténtico comienza… con la convicción de que hemos sido llamados a usar la Palabra de Dios como sus guardianes y sus heraldos. Nuestra tarea es guardarla, estudiarla, exponerla, aplicarla y obedecerla». Nuestras largas conversaciones en privado giraban mayormente en torno a temas relacionados con el Congreso Internacional de Evangelización Mundial que iba a celebrarse en Lausana, Suiza, unos meses después, en julio de ese mismo año. Varios de esos temas (por ejemplo, la responsabilidad social y política de la iglesia y la relación entre esa responsabilidad y la evangelización) habían sido articulados en el seno de la FTL y formaban parte de la ponencia que yo presentaría en un plenario del Congreso.

Lausana I proveyó una plataforma global para la exposición del pensamiento forjado en los núcleos de la FTL a partir de la iniciación de ésta a fines de 1970. La comisión de redacción, presidida por John Stott, contaba entre sus miembros a Samuel Escobar (Presidente de la FTL). No sorprende, por lo tanto, que varios de los temas incluidos en el Pacto de Lausana, el valioso documento elaborado por esa comisión, hagan eco a la teología evangélica latinoamericana. Un claro ejemplo de esto es el párrafo 5 del Pacto, según el cual «tanto la evangelización como el involucramiento socio-político son parte de nuestro deber cristiano, puesto que ambos son expresiones necesarias de nuestras doctrinas de Dios y el ser humano, nuestro amor al prójimo y nuestra obediencia a Jesucristo».

Después de Lausana I John fue nombrado moderador del Grupo de Teología y Educación del Movimiento de Lausana. Con ese cargo, entre 1977 y 1982 se ocupó de organizar consultas globales sobre temas incluidos en el Pacto de Lausana que se prestaban a la controversia. A tres de estas consultas me invitó como uno de los ponentes en el plenario: 1. la Consulta sobre el principio de unidades homogéneas, que se realizó en Pasadena, California, en junio de 1977; 2. la Consulta sobre Evangelio y cultura, que se llevó a cabo en enero de 1978, en Willowbank, Bermuda; 3. la Consulta sobre el estilo de vida sencillo, que tuvo lugar en Hoddesdon, Inglaterra, en colaboración con la Unidad de Ética y Sociedad de la Comisión de Teología de la World Evangelical Fellowship. También fui invitado por John a la Consulta sobre la relación entre la evangelización y la responsabilidad social, que se realizó en Gran Rapids, Michigan, Estados Unidos, en junio de 1982, esta vez para responder a la ponencia de Arthur P. Johnson sobre el Reino de Dios en relación con la iglesia y el mundo. Todos mis trabajos presentados en estas consultas aparecerían, junto con otros, en mi libro Misión integral, publicado por Ediciones Nueva Creación en 1985.

La Consulta sobre el principio de unidades homogéneas se realizó justamente antes de que John y yo emprendiéramos nuestra segunda gira continental a invitación de la FTL en junio de 1977. Esta vez visitamos México, Guatemala, Colombia, Ecuador y Argentina. De nuevo, él sirvió como orador, yo como traductor. Pero ahora el viaje fue combinado con dos inolvidables experiencias turísticas: una visita a las Islas Galápagos, Ecuador, y otra, el cruce de Puerto Montt, Chile, a Bariloche, Argentina. En ambas oportunidades pude constatar con mayor profundidad la seriedad y hasta la pasión con las que John encaraba su hobby: la ornitología. Un buen recordatorio de la visita a las Islas Galápagos serían las fotos incluidas en The Birds, Our Teachers (Los pájaros, nuestros maestros), obra ilustrada que se publicaría en 1999.

Una extraordinaria experiencia para toda mi familia fue la ocasión en que John, que estaba participando en una conferencia en Brasil, viajó a Argentina para pasar casi una semana de vacaciones con nosotros en la Patagonia. Eso fue en febrero de 1980. A pesar de eso, todavía se conserva fresca la memoria de la visita al paraíso de los pájaros en la Península de Valdez, de los ingentes esfuerzos por mantener en pie las carpas azotadas por los vientos y de los asados de cordero preparados por los amigos de los Rooy (Sidney y Mae), nuestros guías conocedores de la zona por haber sido misioneros allí por varios años.

De 1983 a 1997 John Stott ejerció el cargo de Presidente Internacional de Tear Fund del Reino Unido e Irlanda. A sugerencia suya, cuando cesó en sus funciones en esta agencia evangélica de servicio yo fui nombrado en su lugar. Durante la década en que fungí como Presidente Internacional (1997-2007) viajé a Londres anualmente, y esto me dio la oportunidad de disfrutar casi todos los años de la hospitalidad de John en su modesto departamento ubicado en 12 Wymouth Street, en las cercanías de la iglesia All Souls.

La tercera y última visita de John a la Argentina fue en abril de 2001, esta vez acompañado por su sucesor Chris Wright como Director de la Langham Partnership International, para un seminario sobre predicación expositiva. Cumplió sus 80 años mientras era nuestro huésped en el Centro Kairós, en las afueras de Buenos Aires. Al final del seminario, él y yo viajamos juntos a las impresionantes Cataratas del Iguazú y luego visitamos Asunción, Paraguay, y la colonia menonita en el Chaco paraguayo.

A todo lo dicho podría añadir varios párrafos sobre mi participación en la publicación en castellano de varios de los libros de John Stott, ya sea como traductor o como editor. Dejo la descripción de ese trabajo, del cual he sido yo el primer beneficiado, como una tarea pendiente. Baste por ahora decir que con las regalías de todos los libros que él escribo, un buen número de ellos reimpresos varias veces y muchos traducidos a varios idiomas, John hubiera podido llegar a ser un multimillonario. Sin embargo, prefirió seguir a Aquel que dijo que no había venido para ser servido sino para servir y dar su vida por muchos. Consecuentemente, John eligió dedicar su dinero a la Langham Partnershiop Intertnational y sus tres ministerios de alcance global: becas para estudiantes deseosos de hacer el doctorado para servir al Señor en el campo teológico, literatura y seminarios de predicación.

Lo que he dicho respecto a mi relación con John por más de medio siglo me ha hecho tomar conciencia de la manera en que, por la gracia de Dios, mi vida y ministerio han estado entrelazados con la vida y ministerio de este maravilloso modelo de lo que significa ser un discípulo radical de Jesucristo. ¡Gracias, tío Juan, por tu amistad! ¡Alabo a Dios por tu legado!

La otra independencia necesaria


Por René Padilla

Cada 9 de julio la Argentina celebra su independencia, ya que en esa fecha, en 1816, el Congreso de Tucumán firmó la Declaración de Independencia de este país en la ciudad de San Miguel de Tucumán de las Provincias Unidas de Sudamérica. La casa donde se firmó pertenecía a Francisco Bazán, y el 1941 fue declarada Monumento Histórico. El párrafo principal de la Declaración decía:
Nos los representantes de las Provincias Unidas en Sud América, reunidos en congreso general, invocando al Eterno que preside el universo, en nombre y por la autoridad de los pueblos que representamos, protestando al Cielo, a las naciones y hombres todos del globo la justicia que regla nuestros votos: declaramos solemnemente a la faz de la tierra, que es voluntad unánime e indubitable de estas Provincias romper los violentos vínculos que los ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojados, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando séptimo, sus sucesores y metrópoli. Quedan en consecuencia de hecho y de derecho con amplio y pleno poder para darse las formas que exija la justicia, e impere el cúmulo de sus actuales circunstancias. Todas y cada una de ellas así lo publican, declaran y ratifican comprometiéndose por nuestro medio al cumplimiento y sostén de esta su voluntad bajo el seguro y garantía de sus vidas haberes y fama. Comuníquese a quienes corresponda para su publicación. Y en obsequio del respeto que se debe a las naciones, detállense en un manifiesto los gravísimos fundamentos impulsivos de esta solemne declaración.” Dada en la sala de sesiones, firmada de nuestra mano, sellada con el sello del Congreso y refrendada por nuestros diputados secretarios.
Como puede inferirse de este párrafo, se trataba de una declaración de independencia política respecto a la monarquía española representada en ese momento por el rey Fernando VII -una declaración que invocaba a Dios y se hacía en nombre del pueblo. Aunque ningún país reconoció la independencia nacional, a partir de ese momento la Argentina se constituyó en un país soberano, libre políticamente no sólo del Reino de España sino también de toda dominación extranjera.
En pocos años más se completarán dos siglos desde ese memorable evento. Dos siglos de luces y sombras, de avances y retrocesos. Dos siglos de búsqueda del lugar que le corresponde a la Argentina en el concierto de naciones que, como ella, se consideran libres.
A esta altura del tiempo, sin embargo, cabe preguntarse hasta qué punto la independencia política es suficiente. Suficiente para que este país, como otros muchos, rompa los “violentos vínculos” que la ligan a la dictadura del dinero representada por grandes intereses económicos globales y locales. Suficiente para que quede “de hecho y de derecho con amplio y pleno poder para darse las formas que exija la justicia, e impere el cúmulo de sus actuales circunstancias”.
La triste realidad que viven las grandes mayorías en la Argentina sugiere a gritos que la independencia política por sí sola no es suficiente. Otra independencia es necesaria: la independencia respecto al dios Mamón a cuyo servicio es incitada una minoría altamente privilegiada en bienes materiales y una inmensa mayoría es reducida a niveles de pobreza intolerable.
¿Llegará el día en que nuestros pueblos estén en condiciones de declarar su independencia del nefasto dominio de ese dios?

Algunas sugerencias para nuestros nuevos diputados protestantes. Propuestas para una agenda fiel al evangelio


Por Juan Stam

Debo comenzar con confesar que no simpatizo para nada con partidos políticos religiosos, incluso los mal llamados “democristianos”, que las más de las veces no han sido ni cristianos ni democráticos. La historia de los partidos protestantes en América Central me parece vergonzosa. En Guatemala, un presidente “evangélico” fue asesino y otro (¡un “profeta”!) resultó ser un ladrón descarado. En Nicaragua, el “Camino Cristiano” no era cristiano ni conocía el camino. Ahora su fundador, Guillermo Osorno, después de disolver el partido, se dejó elegir como un congresista más por el Partido Liberal del escandalosamente corrupto Arnoldo Alemán. Y nuestro actual diputado costarricense, el pastor Guyón Massey, ha sido simplemente un voto más en la “mayoría mecánica” del oficialismo, a cambio de privilegios y beneficios.
En Costa Rica la población protestante ha crecido significativamente, concentrada especialmente en las megaiglesias. De los cuatro millones y pico de habitantes, más de medio millón son protestantes, la gran mayoría en congregaciones que no les enseñan a pensar sino que les prohíben toda clase de análisis crítico. Eso produce un bloque electoral muy numeroso de “ovejas domesticadas”, como decía don Pepe Figueres, que van a dar su voto a cualquier candidato protestante. Eso significa que tendremos partidos protestantes para rato.

Los partidos protestantes, especialmente en Costa Rica, han promovido un programa de dos énfasis: primero el aborto y la homosexualidad, y segundo los privilegios de nuestras iglesias (requisitos de salubridad, estacionamiento, etc; beneficios de migración y aduana, etc). Los temas sexuales han sido obsesivos, con argumentos muy generales de poca profundidad bíblica y teológica. Eso ha dado a la iglesia evangélica una imagen dogmática y homofóbica. En cuanto a esos temas, ni hace falta nuestro aporte, ya que son defendidos más que suficientemente por la Iglesia Católica y un sector amplio de la sociedad. Son temas tremendamente politizados, muy buenos para granjear votos protestantes en perjuicio de otros temas más urgentes.
No propongo a nuestros diputados que abandonen esos temas sino que amplíe su agenda para tomar en cuenta “lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe” (Mt 23:23). Desde esa perspectiva, me permito recomendarles algunos temas nacionales que esperan la voz profética de ustedes.

Para comenzar, no es ningún secreto que la corrupción del gobierno es uno de los mayores problemas de este país. Hemos tenido dos expresidentes juzgados penalmente y otro fugitivo del país. Hemos tenido el “Memorándum de la vergüenza”, redacto por el vicepresidente de la República y un diputado pariente del señor presidente. Cada semana trae algún escándalo nuevo, pero el gobierno y los medios masivos de comunicación se han dedicado a tratarlo como “escándalo de tres días”, para que el pueblo no lo vea como crisis moral del gobierno mismo. Hasta donde yo sepa, la voz de nuestro diputado actual nunca se hizo escuchar en denuncia profética de tanta corrupción.

Ha habido una gran falta de transparencia y honestidad en nuestros gobernantes. El presidente Arias prometió carros de lujo si se pasaba el TLC y suicidios masivos si se rechazaba. Mintió sobre Cuba cuando dijo que todo opositor al gobierno está en el exilio, en la cárcel o en el cementerio. No sorprende que la falsedad contamina toda nuestra vida política; lo que sorprende es el silencio de los que pretenden representar a Aquel que denunció a los fariseos y purificó al templo de su corrupción. A nuestros diputados electos, les exhorto a exigir del gobierno honestidad y a desenmascarar la falsedad de cualquier fuente que salga.

En el último cuatrienio ha aparecido otro hecho del cual pocos costarricenses se han dado cuenta: el aumento de la represión violenta de la protesta pacífica. El presidente Arias anda con un cuerpo policial numeroso para controlar cualquier brote de oposición. Aumenta el número de retenes en las carreteras, especialmente hacia Limón y otros lugares de conflicto social. Las marchas ahora se topan con barricadas y cantidades exageradas de policías con macanas. En diferentes ciudades del país esto ha llegado a la violencia física contra los que protestaban. Peor aun, en el mismo bulevar de la Asamblea Legislativa la policía atacó a los disidentes hasta enviar a uno de éstos al hospital, dejar a otro sin unas muelas y manchar con sangre la calle del bulevar. Todo esto fue filmado por las cámaras de seguridad de la Asamblea Legislativa.

Pese a toda la retórica de “democracia”, Costa Rica se mueve hacia un estado represivo. Es de esperar de nuestros diputados cristianos que pongan mucha atención en este peligroso fenómeno.

Otra área de urgente preocupación para nuestros diputados protestantes tiene que ser la administración justa de los recursos naturales y la conservación del medio ambiente. Los diputados que se proclamen fieles a los principios cristianos deben defender el derecho de Sardinal y otros pueblos al agua, en vez de permitir que el agua se desvíe hacia complejos turísticos y canchas de golf. Otro ejemplo preocupante tiene que ver con la minería de cielo abierto. ¿Dónde estaba nuestra voz profética cuando el presidente Arias declaró dicha explotación en Crucitas como “de interés nacional”? Paradójicamente, José Merino del Río, de Frente Amplio, ha sido mucho más profético sobre estos temas que nuestras iglesias y nuestro diputado.
Otro tema para nuestros diputados: ¡el estado laico! La separación de iglesia y estado es una doctrina histórica de nuestra tradición evangélica, y el artículo constitucional que declara nuestro país oficialmente católico ha sido fuente de discriminación en nuestra contra. Es increíble ahora encontrar al partido cristiano tan plegado al oficialismo, que está defendiendo el status oficial constitucional de la iglesia católica. Espero que nuestros nuevos diputados luchen a brazo partido para eliminar esa injusta discriminación.

A la vez, sería una cosa buena eliminar el juramento en el nombre de Dios. Además de ser una hipocresía que llega hasta la blasfemia, porque muy pocos políticos lo toman con la menor seriedad, tal juramento es contrario a la Biblia. El concepto de “Ha Shem”, el nombre divino, era tan elevado en el pueblo hebreo que jamás se podría tomar tan livianamente; en muchas épocas ni se permitía pronunciarla. Jesús mismo prohíbe jurar ni por eufemismos que equivalen al sagrado nombre (San Mateo 5:34-25; Santiago 5:12). Con eliminar esa hipocresía, nuestro país podría comenzar a ser un poco más cristiano.

Finalmente, como diputados costarricenses ustedes tendrán responsabilidades éticas fuera de nuestras fronteras. Deben estudiar cuidadosamente la situación de nuestro vecino país de Honduras, donde los militares siguen reprimiendo a la Resistencia con toda clase de crímenes. Si ustedes se callan, la sangre estará sobre sus manos.
Si ustedes, hermanos, son fieles en levantar una voz profética en esta tierra, alabado sea Dios. Si no, mejor irse para la casa.

La muerte de Osama Bin Laden: ¿se ha hecho justicia?


C. René Padilla

La matanza de Osama Bin Laden por disposición del Presidente Barrack Obama se ha convertido en el tema más debatido en los últimos tiempos a nivel global. Tan pronto como el 1 de mayo pasado Obama anunció que el Comando Navy Seals había matado al jefe máximo de Al Qaeda, en los Estados Unidos se desató una efervescencia colectiva comparable a la que los amantes del fútbol en el Brasil o la Argentina celebran ante un triunfo que define a su equipo como campeón mundial después de una larga contienda.

Miles de ciudadanos estadounidenses se volcaron a la Times Square en Nueva York y a la Casa Blanca en Washington D.C. al grito de “¡USA! ¡Lo atrapamos!”. Para esa gente, con la muerte de Bin Laden concluía una etapa de casi diez años de buscar la manera de darle su merecido al autor intelectual del atentado terrorista del 11 de septiembre de 2001 —el atentado contra las Torres Gemelas y el Pentágono— que dejó un saldo de 3.000 muertos y provocó la “Guerra contra el terrorismo” declarada por el Presidente George W. Bush. Para los celebrantes de la muerte de Bin Laden, y probablemente para muchos otros, no cabe la menor duda que, como afirmó Obama en su discurso del 1 de mayo, “se ha hecho justicia”.

Tal interpretación de la justicia, sin embargo, es inadmisible desde varios puntos de vista. Para empezar, la muerte de Osama no fue en cumplimiento de una sentencia emitida por un tribunal de justicia al final de un proceso judicial: fue un asesinato político en venganza por sus crímenes. El Presidente de los Estados Unidos es abogado y conoce la ley; sabe, por lo tanto, que el requisito mínimo para aplicar la pena capital es que el criminal sea juzgado formalmente por una corte y sentenciado a muerte oficialmente. Así procedieron los países aliados al final de la II Guerra Mundial en relación con veinticuatro criminales de guerra nazis cautivos. Aunque hubieran podido ejecutarlos sin mayor dilación, optaron por enjuiciarlos y demostrar así su respeto por la ley. En su discurso de iniciación del Juicio de Nueremberg, el juez Robert Jackson, fiscal jefe del Tribunal, dijo:

El privilegio de abrir el primer juicio en la historia por crímenes cometidos contra la paz del mundo impone una seria responsabilidad. Los delitos que tratamos de condenar y castigar han sido tan calculados, tan malévolos y tan devastadores que no permiten ser olvidados porque no es posible que se repitan. Que cuatro grandes naciones victoriosas y heridas se abstengan de vengarse y voluntariamente sometan a sus enemigos cautivos al juicio de la ley es uno de los tributos más significativos que el Poder ha rendido a la Razón.


Como resultado del Juicio de Nueremberg, todos los criminales fueron castigados, once de ellos condenados a muerte y tres a prisión perpetua. Es obvio que en el caso de Osama Bin Laden no hubo la menor intención de capturarlo para juzgarlo y hacer justicia: la consigna del Comando Navy Seals era matarlo, y se cumplió. No se hizo justicia, se ejecutó venganza. No triunfó la Razón sino el Poder.

Y el triunfo del Poder sobre la Razón no augura la eliminación del terrorismo en el mundo. Por el contrario, incrementa el odio y la violencia. Prueba de ello son las renovadas amenazas de Al Qaeda, de vengar la muerte de su líder. Osama ha muerto, pero Al Qaeda continúa con su odio exacerbado por el reciente asesinato cometido en nombre de la justicia.

En noviembre de 2001, un grupo de personas, entre ellas varios familiares de víctimas del atentado del 11 de septiembre contra las Torres Gemelas, realizaron una caminata desde Nueva York a Washington D. C, portando una pancarta que decía: “Nuestro dolor no es un Grito de Guerra”. Al finalizar formaron un grupo denominado “Familias para un Mañana Pacífico” para expresar su convicción de que la seguridad que todos anhelamos no se basa en la violencia y la venganza. Quienes nos confesamos seguidores de Jesús de Nazaret, el Príncipe de Paz, no podemos menos que estar de acuerdo con esa convicción, dispuestos a renunciar a toda forma de violencia y a tomar en serio nuestra vocación de trabajar por la paz mediante la práctica de la justicia.

¡Me rindo!


¡Aquí estoy Señor! ¡Te necesito! Me declaro incapaz de manejar mi vida. ¡Me rindo! Ayudáme a entregarme cada día como sacrificio vivo y agradable (Romanos 12.1).
“y para todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.” (Corintios 5:15)

Hoy Señor, solo me entrego a ti.
Toma mi mente y lo que pienso
Toma mis ojos y lo que veo
Toma mis oídos y lo que oigo
Toma mis labios y lo que hablo
Toma mi corazón y ve mis actitudes.
Toma mis manos y lo que hago
Toma mis pies a donde voy
Toma mi cuerpo, es tu templo.
Lléname con tu Espíritu Santo.
Quiero obedecerte. Quiero hacer tu voluntad.” 1

1. Tomado de Nueva Vida En Cristo, Vol. 1

Economía y vida plena: reflexiones en torno al día del trabajador


Por Nicolás Panotto
En el día del trabajador se recuerda un terrible hecho de la historia: los “Mártires de Chicago”, un grupo de obreros que a finales del siglo XIX fue ejecutado debido a su participación en diversas jornadas de protesta, en reclamo por una mejora en sus derechos laborales. Es un acontecimiento donde se conmemora la tragedia resultante de una tensión aún presente en nuestras sociedades: la injusticia que viven millones de personas a razón de la exclusión que crean mecanismos de producción, al igual que ciertas ideologías que fomentan el valor del consumo y la ganancia por sobre la vida y dignidad humanas.

¿Qué significa el trabajo para la sociedad actual? Una buena mayoría puede verlo como aquella tarea irremediable para “llegar a fin de mes” y cubrir los gastos cotidianos. Otros, como el camino para alcanzar distintas metas, sean una posición, un estatus social, la adquisición de ciertos bienes, etc. No nos olvidemos de aquel segmento mayoritario muy presente en nuestras sociedades que ve el trabajo como algo inalcanzable, como aquello lejano que sólo llega a algunos afortunados que están preparados o que poseen los contactos necesarios.
Como decíamos al inicio, el trabajo suele ser visto como un espacio de tensión. La fuerte exigencia del mercado y su performance hace de los trabajadores piezas de una maquinaria que en muchas ocasiones olvida su cuerpo, sus sentimientos, su contexto y, por sobre todo, su humanidad y dignidad. Pasan a ser objetos fácilmente descartables al no responder como se espera, donde el presupuesto prioriza otros intereses “más rentables”. Ni hablar de las relaciones injustas que se producen entre patrones y empleados, cuyas demandas no tienen sentido más que el aprovechamiento de un espacio de poder.
No quiero ser pesimista, pero hoy día injusticia es un sinónimo de trabajo.
Qué visión tan distinta encontramos en los textos bíblicos. Comenzando desde el Génesis, donde el trabajo de la tierra es una bendición directa de Dios (1.29). Hoy diríamos que es un “derecho inalienable” de cada persona contar con lo que necesita para satisfacer sus necesidades mas básicas y para lograr desarrollarse como sujeto. Es un derecho exigido por Dios mismo.
Encontramos también un fuerte juicio contra aquellos que oprimen y promueven prácticas laborales injustas. El inigualable pasaje de Levítico 25, donde se establece el año del Jubileo como práctica para impedir la acumulación de propiedades y promover la justa distribución de la tierra para el uso de todos, sentencia: “No se explotarán los unos a los otros, sino que temerán a su Dios. Yo soy el Señor su Dios” (v.17). Podemos ver que la justicia posee un epicentro teológico: la igualdad se deposita en que todos somos creación divina, y por ello mismo poseemos los mismos derechos frente a lo que Dios nos cedió.
En Deuteronomio 24.14-15 encontramos: “No explotarás al jornalero humilde y pobre, ya sea uno de tus hermanos o un forastero que residen en tu tierra, en tus ciudades. El mismo día le darás su salario, y el sol no se pondrá sobre esta deuda, porque es pobre y de ese salario depende su vida. Así no clamará contra ti a Yahvéh, y no te cargarás con un pecado”. Vemos, entonces, que las relaciones económicas injustas son pecado. De aquí el llamado constante de los profetas a obedecer estos principios y denunciar a aquellos que se aprovechan del derecho del prójimo, especialmente de los más pobres, para beneficio propio (Am 4,1; 6,3-6; 8,4-6; Miq 2,1-5; 3,9-12, entre muchos otros pasajes).
En el Nuevo Testamento, encontramos a un Jesús haciendo un llamado a vivir una vida justa y simple. “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida?” (Mc. 8,36) Para Jesús, el valor de la vida no pasa por la obtención de bienes materiales sino por amar al prójimo. Por ello nos advierte: “Donde esté tu tesoro, allí estará tu corazón” (Mt 6.21) Más aún, podemos ver este principio en sus fuertes palabras contra los ricos, en la misma dirección que lo denunciaban los profetas (Lc 6.24-26; ver también 1 Tm 6.17-19, Stg 5.1-6).
Con este somero vistazo de algunos pasajes bíblicos, vemos que las actividades económicas de las personas son un tema importante para Dios. Más aún, es una capacidad con la que fuimos creados para desarrollarnos como seres humanos integrales y para satisfacer nuestras necesidades más básicas. La falta de trabajo, la pobreza, la injusticia, son contrarios a la voluntad divina. Más aún la explotación y la opresión. Dios cuida de su creación y hace un enfático llamado a la justicia.
Qué bueno sería que como iglesia podamos promover, en contraposición al binomio trabajo-injusticia, la relación fuertemente bíblica entre trabajo y vida plena. Estar del lado del Dios creador significa comprometerse con el bienestar de todos los aspectos de la vida. La iglesia es un importante actor social que puede lograr que ciertas demandas se escuchen con claridad. Por ello, frente a la memoria que nos evoca el día del trabajador, comprometámonos, desde la “memoria bíblica” del Dios preocupado por su creación, a denunciar las injusticias y promover espacios laborales sanos que sirvan a la dignificación de las personas en todos los aspectos de su vida.

Las sombras del naranjo


por Marcelo Paladino

Era un verano muy caluroso, hasta el aire tenía calor y se peleaba con la brisa por un lugar en la sombra que era propiedad del señor naranjo; un veterano de la zona que resistió los avatares del abandono.
Es así, que el aire pactó con la brisa preguntarle al naranjo si podían usar su sombra de vez en cuando. El sabio frutal les respondió;
¿ Por qué no se ponen de acuerdo? ¡Hagan algo para evitar sufrir este calor! ¡Tal vez así no tengan necesidad de mi!. La brisa contestó que el aire era un pesado y que con él no tenía onda. A su vez, el aire replicó afirmando que la brisa era demasiado suave como para producir algún cambio en la temperatura.
Los dos tienen su razón, pero ¡es fácil usar mis servicios sin costo alguno!. Yo les propongo un negocio. Vos aire, jugarás con la brisa y entre los dos refrescaran mi sombra.
Poco a poco los tres, nos sentiremos mejor, nos veremos beneficiados y disfrutaremos de la compañía del otro.
Así lentamente, el aire comenzó a corretear a la brisa, quien despeinaba al naranjo y sin saberlo los tres estaban pintando un cuadro colorido y solidario.
Cuando el aire y la brisa se fatigaron de tanto jugar, el señor naranjo permitió que descansaran debajo de su, ahora, fresca sombra.

En este tiempo de decadencia humana, necesitamos tomar consciencia de que nuestra espiritualidad debe influir positivamente en los cambios de rumbo de esta sociedad en permanente cambio.
El trabajo en equipo, requiere de honestidad y compromiso para alcanzar los objetivos propuestos y políticas claras en el control de gestión.
En el diseño de cualquier proyecto, el trabajo en equipo es indispensable. De este sistema de trabajo depende el éxito o no del proyecto, que en muchos casos, se trata de proyectos de vida.
La problemática que se presenta en el cuento es la necesidad de beneficiarse utilizando fuentes externas, esfuerzo y tolerancia a la hora de compartir un proyecto.
La constante evaluación de nuestros valores y motivaciones, tiene directa relación con nuestra calidad de vida; que nos permite - como en el cuento - que todos disfrutemos de una fresca sombra.

Por eso, dejemos de criticarnos unos a otros. Mejor tratemos de no hacer nada que pueda perjudicar la fe de nuestro hermano o llevarlo a cometer pecados.
Rom 14:13

Perfume para el Maestro

Por Harold Segura C.

«María tomó un frasco de perfume muy caro —casi medio litro de nardo puro— y lo derramó sobre los pies de Jesús; después lo secó con sus cabellos. La casa entera se llenó de la fragancia de aquel perfume»
Juan 12:3


Perfumar a Jesús, ¡qué cosa más bella y al mismo tiempo más sorprendente! La mujer que derramó el frasco de nardo puro fue María, la hermana de Lázaro. Ella, queriendo honrar a Jesús hizo este gesto a la vista de los discípulos. Ellos la criticaron, en especial Judas, el tesorero del grupo, diciendo que el perfume era muy costoso y que mejor hubiera sido invertir su precio en favor de los pobres. ¡Cálculo exacto y certero! El relato aclara que «…dijo esto porque era ladrón y, como tenía a su cargo la bolsa del dinero, robaba de lo que depositaban en ella» (Juan 12:6).
Tenemos, entonces, a una mujer generosa que con amplitud de corazón da todo lo que tiene para honrar a Jesús, y un hombre ambicioso que con estrechez de espíritu invoca el servicio a los pobres para obtener su propio provecho.
¡La mujer está en el centro de la escena! «Dejadla. ¿Por qué la molestáis? Lo que ha hecho conmigo es bueno» (Marcos 14:6), replica Jesús ante la avalancha de murmuraciones que lanzan los discípulos (porque no fue sólo Judas). ¿Ha hecho algo bueno? Sí, bueno, y más que eso, hermoso (el término griego que usa el evangelista Marcos es kalós, que significa propiamente lindo, bonito o hermoso).
He aquí el camino de una nueva espiritualidad tan necesaria como la del servicio a los necesitados: la de hacer cosas lindas que demuestren abiertamente nuestro amor a Dios. Es de este amor que surge el amor a todo lo demás.
Para seguir pensando:
«Amar es darlo todo, incluso darse a sí mismo»
Teresa de Lixieus (1873-1897)
Vale que nos preguntemos:
¿Qué cosas lindas o hermosas pudiera hacer para expresar mi amor a Dios? Si lo hago, ¿a qué críticas me expongo por parte de otras personas de la comunidad de fe?

Oración:
Padre nuestro, gracias por tu amor. Alabo tu nombre porque eres grande, tierno y majestuoso. De ti viene la fuerza del amor, para servir al prójimo sin fingimiento y para amarte a ti, Señor, de corazón.
Amén.

EL MUNDO CRUJE


Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios, sino como sabios, aprovechando bien el tiempo porque los días son malos.
Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cual sea la voluntad del Señor
Efesios 5:15-17


En apenas pocas semanas, una acumulación de hechos sacudió al mundo en todos los órdenes, con un denominador común: muerte, desolación, destrucción y por sobre todo, miedo a lo que vendrá.

A nivel político
Desde el punto de vista político, la tecnología implacable y silenciosa, encendió la mecha para que miles de jóvenes expresaran su rebeldía vía el uso de internet en Egipto,y así comenzaron las protestas que llevaron a la impensable revolución que luego se propagó como una mancha de aceite en Marruecos, Argelia, Túnez, Siria, Bareihn, Yemen y Jordania, entre otros países de Medio Oriente. Pueblos cansados de la falta de libertades y de gobiernos autoritarios que parecían eternos.
En Libia primero los aviones de la coalición internacional comandada por EEUU, Francia y el Reino Unido y luego las fuerzas de la OTAN, surcaron los cielos descargando misiles tratando de frenar masacres de civiles y paralizando los pozos petroleros en apoyo de los rebeldes que buscan terminar con una dictadura de 41 años.

Climáticamente
Casi en simultáneo, cayó un aluvión de desastres sobre Japón, país que aún preparado como ninguno para defenderse ante los desastres climáticos, sucumbió con pérdidas hasta ahora imposibles de calcular, pero que en el mejor de los casos suman más de diez mil muertos, seiscientos mil desplazados y más de tres millones de personas sin acceso al agua potable ni a la electricidad.
El alerta nuclear llevó a decir a la máxima autoridad de energía de la Unión Europea, que Japón “estaba en manos de la Divina Providencia” y que la situación de la central nuclear de Fukushima era “apocalíptica” por las explosiones de los reactores y la liberación y contaminación de material radiactivo. La tragedia inició un debate a nivel mundial sobre los avances nucleares que se prolongará y profundizará seguramente.

Económicamente
Todas estas circunstancias, sumadas a una nueva crisis de deuda europea (Grecia, Irlanda, Portugal) y una economía norteamericana aún débil podrían anular cualquier posible recuperación de las principales economías mundiales.
En lo que va del año, el petróleo aumentó considerablemente, y los especialistas no dudan es señalar que pueden volver a aumentar sus precios, provocando un mayor encarecimiento de los alimentos.
Según la FAO, que es en las Naciones Unidas la organización que se ocupa de la Alimentación y la Agricultura, el aumento ya registrado y cosechas escasas, hicieron que pasaran en seis meses a la línea de pobreza más de cuarenta millones de personas.
Estas son señales de impacto económico en muchos rincones del mundo y seguramente alcanzarán a muchas otras regiones del planeta acrecentando la incertidumbre.

Que mundo nos espera.
La población del planeta se duplicó desde la década del 60 pasando de tres mil a casi siete mil millones de personas, de las cuales el sesenta por ciento son menores de 25 años y viven en países en desarrollo.
La extensión del promedio de vida de los seres humanos ha generado a su vez nuevas situaciones, por un lado la necesidad de dar ocupación y calidad de vida a los adultos y por el otro, las dificultades de los gobiernos para el sostenimiento económico de los mismos.
La demanda cada vez mayor de países multipoblados como China o India, con legítimas pretensiones de mejores niveles de vida, agudizarán los precios de los alimentos, pero aumentarán a la vez la brecha entre los que puedan alimentarse y los que no. Basta señalar que cerca de mil millones de personas sufren hambre en el mundo y el treinta por ciento de la mortalidad infantil es producto de la malnutrición.

Que hacer como cristianos
El tsunami que afectó las costas de Japón parece ser un buen ejemplo de lo que como cristianos experimentamos y parece que debemos esperar del mundo en el que vivimos. Olas de hasta diez metros que se elevan y golpean espiritualmente nuestra fe, haciéndonos perder equilibrio.
La Biblia, nos enseña que vendrán tiempos malos, pero nos exhorta a redimir ese tiempo, en la seguridad de que Dios escucha nuestras oraciones, librándonos de la angustia.
Claman los justos y Jehová oye, y los libra de todas las angustias. Salmo 34:7
Debemos ser consecuentes al orar aún para decirle a Dios que la situación nos abruma, que nos sentimos sobrepasados, tristes.
Pero sepamos que cuando nos preguntemos por qué el cielo parece hacer silencio, es porque el Señor no quiere dejar de escuchar una sola de nuestras palabras.
Miremos a nuestro alrededor.
Cada uno de nosotros como cristianos tenemos víctimas que lamentar, temores que alejar, pérdidas que llorar entre los que nos rodean.
Más que nunca seamos fieles testigos, predicando, llevando la Palabra a quienes no la conocen, ayudando al necesitado, confortando al que lo necesita, haciendo la paz, viviendo rectamente, procurando la justicia y el bien.
Que nuestro accionar diario muestre a Jesucristo en palabra y acción.

* Tomado de Reflexión Bautista

¿Qué enseña la Biblia sobre “maldiciones generacionales”?


Por Juan Stam
Una de las muchas novedades teológicas de nuestra época es la doctrina de “maldiciones generacionales”, que enseña que una persona puede nacer bajo una sentencia de castigo (”maldición”) por pecados que cometieron sus antepasados. A menudo esa maldición se entiende en términos mágicos como un maleficio, con una especie de hechicería santa. Así resulta que uno puede nacer cargando la maldición de sus padres, abuelos o hasta bisabuelos. Y como la humanidad es bastante pecadora, sería de suponer que muy pocas personas hayan nacido sin alguna maldición a cuestas.
Entre los que más han predicado esta doctrina, en forma muy elaborada, son los pastores Edwin y Ana Lucía Orozco del programa “DiosTV”. Afirman que esa maldición queda en el esperma y el óvulo que forman el feto, por lo que hay reemplazar el ADN del pecado con el ADN de Dios. Otro aspecto de esta enseñanza es el concepto de la iniquidad como la corrupción interna que trae maldición generacional. En palabras de ellos,
La Iniquidad es transmitida al ser humano desde su concepción y se hacen (sic) más fuertes en cada generación, se robustece de maldición, pero que los padres tienen la potestad de establecer herencia de bendición para los hijos cortando estas raíces de iniquidad.
Debemos de entender que estamos marcando una generación futura a partir de hoy al romper estos ciclos de iniquidad, porque mientras estas raíces estén activadas en nosotros afectará nuestra vida y la de nuestras generaciones futuras.
Dios es un Dios de Generaciones y las iniquidades de nuestros ancestros seguirán en nosotros hasta que logremos cortarlas; estas raíces que constituyen el elemento oculto en nuestro ser, en nuestras emociones más íntimas y del apego que podamos tener con la realidad a la que estemos atado, cortando con estas iniquidades les damos así a nuestros hijos un futuro libre, un camino allanado, un destino profético que Dios nos ha heredado, le daremos las llaves que triunfen en todo siempre cuando ellos no activen estas raíces.
Es obvio que el aspecto “generacional” de toda esta enseñanza se basa en el segundo mandamiento del decálogo y unos textos más en Éxodo y Deuteronomio:
…yo soy Jehová tu Dios,[i] fuerte, celoso,
que visito la maldad de los padres sobre los hijos
hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen,
y hago misericordia a millares [de generaciones],[ii]
a los que me aman y guardan mis mandamientos.
Éxodo 20:5 (cf. Deut 5:9)
…¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso;
tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad;
que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad,
la rebelión y el pecado…
que visita la iniquidad de los padres
sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos
hasta la tercera y la cuarta generación. (Ex 34:6-7)
Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel,
que guarda el pacto y la misericordia
a los que le aman y guardan sus mandamientos,
hasta mil generaciones;
y que da el pago en persona al que le aborrece,
destruyéndolo. (Deut 7:9)
Aunque el idioma hebreo tiene varias palabras para “maldición”, estos textos no mencionan ninguna de ellas. Dicen más bien que Dios “visita” los pecados sobre las sucesivas generaciones. El sentido principal de este verbo hebreo es igual que “visitar” en castellano. Su sentido básico es “preocuparse por”; la NVI lo traduce bien con “estar pendiente de” (Sal 8:4 “tomarlo en cuenta”; cf. Job 7:17). Dios visita la tierra y la riega (Sal 65:9). Muchas veces este mismo verbo hebreo significa visitar para salvar (Ex 3:16; 4:31; ¡el relato del éxodo! Cf. Gén 50:24-25; Rut 1:6), pero en otros textos, como los que acabamos de citar, significa visitar para castigar (Isa 13:11; Jer 5:9,29 hebreo).[iii]
Además, los textos básicos, en Éx 5 y Deut 20, no hablan de “iniquidad” sino de “maldad”, y Ex 34:7, que menciona la iniquidad, la rebelión y el pecado (como sinónimos funcionales), no afirma que Dios los convierte en maldiciones generacionales sino que en su misericordia los perdona. ¿Cómo es, entonces, que Dios visita la iniquidad hasta la tercera y la cuarta generación, si ya la perdonó? La respuesta está en el concepto bíblico de la persona humana como ser social, en una solidaridad corporativa. La Biblia no conoce el individualismo de nuestro pensamiento moderno, de personas como entes en sí, independientes de la comunidad a que pertenecen. Entonces, la maldad tiene consecuencias morales y sociales sobre la familia y la sociedad, y en esas consecuencias Dios está “visitando” a su pueblo.
Es claro que estos pasajes no dicen absolutamente nada que podría significar “maldiciones generacionales”. No habla de maldiciones en ninguna parte, sino del amor y la justicia de Dios con que se preocupa por nosotros (”nos visita”). Ni mucho menos indica algo de un ADN programado con maldiciones de antepasados. Especulaciones de este tipo revelan una muy grave falta de respeto hacia el texto inspirado.
Es obvio que estos pasajes no destacan la maldición de los malvados sino la primacía de la misericordia de Dios. Si las consecuencias del pecado se extienden hasta cuatro generaciones, el amor y la misericordia de Dios llegan hasta mil generaciones. Es posible que “cuatro generaciones”, más que una frase literal de una maldición matemática, sea un modismo para expresar las consecuencias del pecado sobre la familia y la sociedad.[iv] De cualquier forma, “donde el pecado abundó [cuatro generaciones], la gracia sobreabundó [mil generaciones]“. Si existieran “maldiciones generacionales”, tiene que haber también “bendiciones generacionales”, y eso acumuladas sobre mil generaciones. El teórico ADN de esta teoría tendría que codificar centenares de pecados y muchos miles de bendiciones, y sin duda el saldo sería a favor de la bendición y las misericordias de Dios.
Para concluir, debemos mencionar que otros textos bíblicos refutan la idea de un castigo divino contra familiares inocentes. El mismo libro de Deuteronomio aclara que “los padres no morirán por los hijos, ni los hijos por los padres; cada uno morirá por su pecado” (Dt 24:16; cf. 2R 14:6). El profeta Ezequiel se opone enérgicamente a esta doctrina de castigos y méritos heredados e insiste en la responsabilidad personal de cada uno:
Vino a mí palabra de Jehová, diciendo:
¿Qué pensáis vosotros, los que usáias este refrán sobre la tierra de Israel,
que dice: Los padres comieron las uvas agrias,
y los dientes de los hijos tienen la dentera?…
He aquí que todas las almas son mías;
como el alma del padre, así el alma del hijo es mía;
el alma que pecare, esa morirá.
Y el hombre que fuere justo, e hiciere según el derecho y la justicia…
éste es justo; éste vivirá, dice Jehová el Señor…
El que guardare mis decretos y anduviere en mis ordenanzas,
éste no morirá por la maldad de su padre;
de cierto vivirá…
Y si dijereis: ¿Por qué el hijo no llevará el pecado de su padre?
Porque el hijo hizo según el derecho y la justicia…
el alma que pecare, esa morirá;
el hijo no llevará el pecado del padre,
ni el padre llevará el pecado del hijo;
la justicia del justo será sobre él,
y la impiedad del impío será sobre él. (Ezq 38:1-5,9,17-20).[v]

En conclusión: lejos de fundamentarse fielmente en la Palabra de Dios, la enseñanza de “maldiciones generacionales” es un abuso del texto bíblico. Es otra especulación fantasiosa de algunos predicadores que no se cansan de inventar nuevas doctrinas para deslumbrar a su público y mantenerlos cautivos de sus aberraciones. Lejos de ser un mensaje fiel a la Palabra, es otro intento de manipularla, y manipular al público creyente.
Todas estas especulaciones contemporáneas plantean una pregunta muy seria: ¿en qué punto una simple enseñanza equivocada llega a ser una herejía? ¿No será que tenemos que redescubrir el concepto y la realidad de la herejía?
Es hora de levantar la voz de protesta contra estas novedades anti-bíblicas.
________________________________________
[i] Sobre el nombre “Jehová” ver nuestro artículo, “Yo soy el que soy”, 15 de junio de 2010. En este ensayo citaremos la versión Reina Valera, por ser ésa en la que se basa el concepto de maldiciones generacionales.
[ii] Es claro, tanto por la lógica como por el paralelo en Deut 6:9, que la palabra “millares” aquí significa “mil generaciones”.
[iii] En todos estos textos el verbo hebreo es PaQaD, “visitar”, aunque a veces la traducción no lo indique. En Jeremías 23:2 PaQaD se emplea primero de pastores que no “visitaban” a las ovejas (no se preocupaban por ellas), y después de Dios al “visitarlos” con castigo.
[iv] Si hay un bisabuelo con bisnietos, las cuatro generaciones pueden estar viviendo simultáneamente. “Cuatro generaciones” parece significar “toda la familia”, los que están vivos en determinado momento.
[v] El capítulo 18 de Ezequiel nombra específicamente un gran número de pecados sociales e insiste en la práctica de la justicia y el bien social.

Anne Frank, en El diario de una joven



Anne Frank, en El diario de una joven, escribió: "Rehúso edificar mis esperanzas sobre una base de confusión, miseria y muerte." Ella comprendió que la esperanza se establece en algún sitio, más allá de nuestras circunstancias inmediatas. En efecto, la esperanza genuina, con frecuencia se sosteniene en la oscuridad.
¿Cómo era capaz, esta joven de manifestar tal brío y convicción, más allá de su corta edad? Ella no permitió que la devastación que imperaba en aquel entonces moldeara su proyección hacia la vida. He aquí sus palabras: "Es realmente un milagro, no haber abandonado mis ideales... aún los conservo. Puedo escuchar el estruendo que se aproxima, sentir el dolor de millones, y no obstante, si alzo los ojos al cielo, pienso que todo va a estar bien."
No podemos imaginar cuántos horrores padecieron Anne Frank y su familia en el holocausto nazi, pero sí sabemos que su padre sobrevivió. Incluso, las palabras de Anne también permanecen vivas.
Años más tarde, el diario de esta joven que enfrentó uno de los períodos mas sombríos de la historia de la humanidad, ha sido leído por varias generaciones. Cualquiera se conmueve con aquel que decide tener esperanza en medio de la desesperación.
La adversidad, de vez en cuando, es parte de la existencia. A la hora de la prueba, tenemos las mismas alternativas que Anne: Aferrarnos a nuestros ideales o abandonarlos. Cuando las circunstancias suenen como "estruendo cercano", recuerda la sencilla verdad que acompaño a esta joven judía.
Un cimiento elaborado con los materiales correctos, contribuye a una vida de victoria. Abrazar con firmeza sus propios ideales, a pesar de las circunstancias, es un sello de personalidad.
Fuente: Amanecer con Dios.
Esforzaos, y aliéntese vuestro corazón, todos vosotros que esperáis en el SEÑOR. Salmos 31:24

La violencia en el mundo actual


por René Padilla

Las noticias acerca de actos de violencia, muchos de ellos con consecuencias fatales, son noticias de todos los días. Desde que me propuse escribir este artículo, mi problema no ha sido encontrar ejemplos para ilustrar ese terrible flagelo. Mi problema ha sido, más bien, decidir qué ejemplos mencionar y qué otros dejar por fuera.

Una abundante cosecha de ejemplos proviene de países, especialmente en el mundo árabe, donde los frecuentes atentados suicidas que dejan como saldo decenas de muertos y heridos tienen generalmente un sentido religioso. Pero no hay que olvidar que también tuvo un sentido religioso, aunque de un signo diferente, la invasión de Irak por parte de los Estados Unidos en marzo de 2003, la que dejó desde ese entonces más de 100.000 muertos civiles y millares de familias desplazadas. Me cuesta pensar que haya algo más detestable a los ojos de Dios que la religión puesta al servicio de la violencia o ésta puesta al servicio de aquélla.

De la misma región del mundo provienen otros ejemplos de violencia: la desatada por parte de dictadores de larga data que no reconocen las señales de los tiempos. Tras la caída de Zine el-Abidini Ben Alí, después de 23 años en el poder en Túnez, y la de Hosni Murabak, con más de 30 años de dictadura en Egipto, Muammar Khadafi piensa que, con un brutal despliegue de violencia, puede prolongar su dictadura de más de 40 años en Libia. Haciendo uso de ametralladoras y cazas de combate, las Fuerzas Armadas libias han matado a cientos, tal vez miles, de manifestantes. En vano para Khadafi: como Ben Ali y Mubarak, lo más probable es que él también, pese a la feroz represión, sea derrotado por el pueblo. ¿Qué sucederá ahora en esos países por tanto tiempo dominados por regímenes a cargo de una pequeña minoría que es una lujosísima isla en medio de un mar de pobreza denigrante?

A quienes vivimos en este lado del océano, lo que sucede en el mundo árabe no nos afecta en gran medida, por lo menos no directamente. A lo mucho, tratamos de mantenernos informados sobre las repercusiones de los cambios que se están dando, generalmente a un alto costo en términos de vidas segadas por la violencia. En nuestras tierras hemos superado la época de las dictaduras, varias de ellas tan sangrientas como las actuales del mundo árabe. No hemos superado, sin embargo, la violencia de la delincuencia urbana, ni la del narcotráfico, ni la del imperio de turno con su presupuesto militar de 553 millones de dólares para 2012. Y tampoco hemos superado un tipo de violencia que hoy afecta directamente a muchas familias, incluso a muchas que profesan la fe cristiana: la violencia doméstica, mayormente perpetrada por el hombre contra la mujer.

Las cifras de femicidios (o feminicidios) en América Latina son alarmantes. Basta citar unos pocos ejemplos en promedios: en Chile hay 1 femicidio por semana; en Uruguay, 1 por mes; en Perú, 12 por mes; en Guatemala, 58 por mes; en Argentina, 1 cada 36 horas. El victimario más común es pareja o ex pareja, amante, padre, novio o pretendiente de la víctima. Es, pues, violencia machista, una fatal expresión de la opresión de la mujer en todos los ámbitos de la vida social y en todas las clases sociales. Según la ex Presidenta chilena Michelle Bachelet, “Entre las mujeres de 15 y 44 años, los actos de violencia causan más muertes y discapacidad que la suma de las provocadas por el cáncer, la malaria, los accidentes de tránsito y la guerra”.

A la luz de este terrible terrorismo machista, celebramos que en la Argentina acaba de disponerse, en el ámbito del Ministerio de Justicia de la Nación, la creación de la Comisión Nacional Coordinadora de Acciones para la Elaboración de Sanciones de la Violencia de Género. Esta comisión, coordinada por la Dra. Perla Prigoshin, se ocupará de profundizar la lucha contra la violencia de género mediante el establecimiento de sanciones de los distintos tipos y modalidades de violencia contra las mujeres, conforme la normativa nacional e internacional. Asimismo, celebramos la formación de ONU Mujeres, la nueva agencia de las Naciones Unidas diseñada para empoderar a la mujer y combatir el machismo bajo la dirección de Michelle Bachelet.

Estas y otras medidas similares que apuntan a combatir la violencia contra la mujer merecen nuestro entusiasta apoyo. Son expresiones de la acción del Espíritu de Dios en la sociedad secular, aunque no se reconozcan como tales. Sin embargo, no exoneran a la iglesia de su responsabilidad de formar personas que reconocen que tanto el hombre como la mujer son portadores de la imagen de Dios y que, consecuentemente, no hay lugar para la discriminación, menos aún para la violencia, contra la mujer por parte del hombre.

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