Durante la noche, Jacob se levantó y regresó al campamento y se quedó solo allí. Y un varón luchó con él hasta el alba. Cuando el varón vio que no podía ganar la lucha, hirió a Jacob en la articulación de la cadera y se la dislocó.
Entonces el varón le dijo: Déjame ir, porque ya amanece.
Pero Jacob le contestó: No te soltaré si no me bendices.
¿Cómo te llamas? le preguntó el varón.
Jacob fue la respuesta.
Ese ya no será tu nombre, le dijo el varón. A partir de hoy te llamarás Israel, Jacob le preguntó:
¿Cómo te llamas tú?
¿Por qué me lo preguntas? le dijo aquel varón.
y luego lo bendijo.
A aquel lugar Jacob le puso Peniel (rostro de Dios), porque dijo: “Vi a Dios cara a cara y me dejó con vida”.
Génesis 32: 24-30
Los encuentros con Dios, suelen estar precedidos por luchas, dolor e incomprensión.
En soledad y hasta que amaneció, Jacob luchó con “un hombre” y venció. De acuerdo al texto, Jacob, siempre había luchado y vencido.
Al ver “el hombre” que no podía vencerlo, lo hirió en la cadera y se la dislocó.
Era evidente que a Jacob le hacía falta un descanso, una pausa para re-diseñar su vida, y la única manera que existía era “dislocarle la cadera”.