Luego de 3 años sin información el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) volvió a publicar cifras sobre pobreza e indigencia en nuestro país,
informando que en el segundo trimestre de 2016, la pobreza alcanzó al 32,2 por ciento de la población, mientras que de esas personas el 6,3 por ciento vive en situación de indigencia.Esto significa que las personas pobres en el país son 8.772.000 y los indigentes 1.705.000.
Triste y dolorosamente esto significa que los hogares pobres representan el 23,1 por ciento del total y los que cayeron en la indigencia son el 4,8 por ciento.
El dato más triste y doloroso es que 47.4% de los niños menores a 14 años es pobre.
Una definición de la pobreza nos indica que es la situación o condición socioeconómica de la población que no puede acceder o carece de los recursos para
satisfacer las necesidades físicas y psíquicas básicas que permiten un adecuado nivel y calidad de vida tales como la alimentación, la vivienda, la educación, la asistencia sanitaria o el acceso al agua potable.
También se suelen considerar la falta de medios para poder acceder a tales recursos, como el desempleo, la falta de ingresos o un nivel bajo de los mismos.
También puede ser el resultado de procesos de exclusión social, segregación social o marginación.
En los estudios y estadísticas sociales se distingue entre pobreza y pobreza extrema, definiéndose la pobreza extrema como aquella situación en la que una persona no accede a la canasta básica de alimentos
Para los especialistas, un indigente es una persona que se encuentra en un nivel inferior a aquel que normalmente es considerado pobre ya que este último, si bien no cuenta tampoco con los derechos básicos satisfechos, puede tener acceso a ellos de manera irregular (por ejemplo, con trabajos inestables, changas o diferentes formas laborales que no alcanzan de cualquier modo a cumplir con las necesidades básicas de una persona). El indigente, en cambio, es una persona que vive en completo abandono ya que no posee techo ni ningún tipo de posesión o servicio que le permita mejorar su vida o salir adelante.
Sin dudas la pobreza es una crisis humana e ignorar a los pobres es una contradicción entre la fe que manifestamos y nuestra conducta.
El sufrimiento de nuestros prójimos nos causa dolor. Podemos tratar de ocultarlo, negarlo, cubrirlo o eliminarlo por razonamiento, pero aún así el sufrimiento y el dolor de los demás no puede dejarnos insensibles.
No deberíamos llamarnos cristianos si no cuidamos de nuestro prójimo.
En la Palabra de Dios, la responsabilidad social de los seguidores de Cristo hacia el pobre y necesitado no es de menor importancia que la predicación del evangelio, ni es opcional. Es una parte integrante del todo de la historia del evangelio.
La iglesia, en su comisión misionera, debe priorizar también la necesidad espiritual de todas las personas cualquiera sea su condición material.
En cuanto a los hermanos de la fe, la iglesia es llamada a tener especial atención por los hermanos pobres o necesitados, ya que un corazón justificado y renovado en el Espíritu sabe manifestar los frutos divinos de la compasión, misericordia y generosidad.
Tengamos presente que si queremos que juntos podamos recibir y compartir las enseñanzas que recibimos en los Evangelios y de esta manera ayudar a mejorar la vida de los que nos rodean, los que nos consideramos seguidores de Jesús debemos solidarizarnos con los que sufren. En la Argentina de nuestros días, más que nunca.
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