La mayoría de los filósofos desde Sócrates y Platón, han mantenido que el bien ético más elevado es el mismo para todos, es universal. En la medida en que uno se acerca a la perfección moral, se parece a los demás individuos perfectos en el plano moral.
La contribución de Sócrates a la filosofía ha sido de un marcado tono ético. La base de sus enseñanzas y lo que inculcó, fue la creencia en una comprensión objetiva de los conceptos de justicia, amor, virtud y el conocimiento de uno mismo. Creía que todo vicio es el resultado de la ignorancia y que ninguna persona desea el mal; a su vez, la virtud es conocimiento y aquellos que conocen el bien, actuarán de manera justa. Su lógica hizo hincapié en la discusión racional y la búsqueda de definiciones generales, como queda claro en los escritos de su joven discípulo, Platón, y del alumno de éste, Aristóteles.
Platón sostuvo que los objetos del mundo real son meras sombras de las formas eternas o ideas. Que las únicas e inmutables ideas; las formas eternas pueden ser objeto del conocimiento verdadero. Sus sombras (el mundo tal como se ve, oye y siente), es una simple opinión (Doxa). Y además señaló que :
“La meta del filosofo es conocer las formas eternas e instruir a los demás en este conocimiento”.
El filósofo danés del siglo XIX Sören Kierkegaard; primer escritor que se calificó de existencialista, reaccionó contra esta tradición universalista y absolutista, al insistir en que el bien más elevado para el individuo es encontrar su propia y única vocación. Como escribió en su diario:
"Tengo que encontrar una verdad que sea verdadera para mí… la idea por la que pueda vivir o morir".
Otros escritores existencialistas se han hecho eco de la creencia de Kierkegaard de que uno mismo ha de elegir el camino propio sin la ayuda de modelos universales, objetivos.
En contra de la idea tradicional de que la elección moral implica un juicio objetivo sobre el bien y el mal, los existencialistas han afirmado que no se puede encontrar ninguna base objetiva, racional, para defender las decisiones morales.
A su vez, el filósofo alemán del siglo XIX Friedrich Nietzsche sostuvo que:
“el propio individuo es quien tiene que decidir qué situaciones deben ser consideradas como situaciones morales”.
La influencia del movimiento filosófico existencialista de los siglos XIX y XX, resaltando el rol crucial de la existencia, de la libertad y de la elección individual, contribuyó sin duda a plantear nuevos elementos de análisis para la búsqueda de la verdad, sin embargo debemos aceptar también, que esta influencia, provocó un “corrimiento desmedido” hacia lo subjetivo y hacia el libertinaje individual y social.
Todos los existencialistas han seguido a Kierkegaard al resaltar la importancia de la acción individual apasionada al decidir sobre la moral y la verdad. Han insistido, por tanto, en que “la experiencia personal” y “las propias convicciones”, son factores esenciales para llegar a la verdad.
Es interesante notar como, el sujeto de la verdad ha ido desplazándose desde lo objetivo, absoluto, universal y constante hacia una verdad que depende de las circunstancias, que es subjetiva y que es definida por el individuo.
Nuestros hijos se están criando en una sociedad que en general ha rechazado las ideas de la verdad y la moralidad; una sociedad que ha perdido la habilidad de discernir entre lo que es bueno o es malo. La verdad se ha convertido en cuestión de gustos; la moralidad ha sido reemplazada por la preferencia individual, como dijera Nietzsche;
“..el individuo tiene que decidir que situaciones deben ser consideradas como situaciones morales..”
En nuestra generación, fuimos educados en un entorno donde se nos comunicaban normas absolutas y valores. Ciertas cosas estaban bien y ciertas mal. Nuestros padres, maestros y demás adultos, colaboraban en un esfuerzo común por comunicar que se debía hacer lo que es bueno y no lo malo. Nuestra sociedad en general, explicaba el universo, la humanidad y el sentido de la vida, según criterios absolutos, sobre la base de que existe la verdad y que todos pueden conocerla y comprenderla.
Antes existía un entendimiento claro de lo que es bueno y verdadero. Había una norma moral con la cual medir el crimen y el castigo, la ética comercial, los valores comunitarios, la conducta social. Esta concepción, fue como una lente por medio de la cual la sociedad veía la ley, la ciencia, el arte y la política; la cultura en general. Este modelo, ayudaba a fomentar el desarrollo sano de la familia y de las comunidades unidas, y alentaba la responsabilidad y el comportamiento moral.
Josh Mcdowell señaló: “Creo que una de las razones primordiales por las cuales esta generación esta batiendo records en deshonestidad, violencia, suicidio, promiscuidad sexual, falta de respeto y demás patologías, es que ha perdido su apuntalamiento moral; se ha erosionado su fe fundamental en la moralidad y la verdad”.
Hoy, mas que nunca debemos recuperar la oración de Salomón:
“Dame, pues, un corazón atento para distinguir entre lo bueno y lo malo…” (1 Reyes 3:9)
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